MENDEL EL DE LOS LIBROS
STEFAN ZWEIG
26 noviembre de 1881.VIENA. Suiza
22 febrero de 1942. PETRÓPOLIS. Brasil
Pero,
sí, sin duda. Yo había estado allí en alguna ocasión, hacía veinte años o más.
Allí perduraba, oculto en lo invisible como el clavo en la madera, una parte de
mi propio yo hace tiempo soterrada. (…)
Dos
mesas de billar holgazaneaban allí como verdes ciénagas en silencio. (…)
Dios
mío, si aquel era el sitio de Mendel, de Jakob Mendel, Mendel el de los libros.
Veinte años después había ido a parar de nuevo a su cuartel general, el café
Gluck… (…En Jakob Mendel, aquel pequeño librero de viejo de Galitzia, contemplé
por primera vez, siendo joven, el vasto misterio de la concentración absoluta…
(…)
De
cualquier obra que hubiera aparecido lo mismo hacía dos días que doscientos
años antes conocía de un golpe el lugar de publicación, el editor, el precio,
nuevo o de anticuario. (…)
Pero
entonces, un día, ocurrió la desgracia. Hacia las once de la mañana, a plena
luz del día, vino un gendarme con un miembro de la policía secreta que mostró
la insignia en el ojal y preguntó si por allí solía ir un tal Jakob Mendel…
Pero
enseguida le conminaron a acompañarlos y se lo llevaron. Fue una vergüenza para
el café. (…)
Los
sufrimientos espirituales que tuvo que padecer Mendel durante esos dos años en
el campo de concentración, sin libros, sin sus amados libros, sin dinero, en
aquella inmensa jauría humana en medio de sus compañeros, indiferentes
ordinarios,… (…)
La
buena señora Sporschil pudo describirme el regreso de Mendel desde aquel
submundo infernal al café Gluck… Mendel ya no era Mendel, como el mundo no era
ya el mundo. (…)
Expulsar
a alguien que se había sentado allí día tras día durante más de treinta años…
Realmente es una vergüenza, y no me gustaría tener que responder por ello ante
Dios…No”
Pues,
ella, aquella mujer sin estudios, al menos había conservado el libro para
acordarse mejor de él. Yo, en cambio, me había olvidado de Mendel el de los
libros durante años. Precisamente yo, que debía saber que los libros solo se
escriben para, por encima del propio aliento, unir a los seres humanos, y así
defendernos frente al inexorable reverso de toda existencia: la fugacidad y el
olvido.
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EL BOBO DE KORIA (RECOPILADOR)
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