EL JARDÍN DE LOS SUPLICIOS

EL JARDÍN DE LOS SUPLICIOS (Editado en 1899)

OCTAVE  MIRBEAU

 

16 febrero de1848. TRÉVIÉRES. Francia

16 febrero de 1917.PARÍS

        

Si cesaran los asesinatos, habría más gobiernos de ninguna clase, por el hecho admirable de que el crimen en general y el asesinato en particular son, no sólo su excusa, sino su única razón de ser.

--

Es que todos somos, más o menos, unos asesinos. Todos hemos experimentado cerebralmente, a un grado menor, quiero creer, unas sensaciones análogas. La necesidad innata de asesinar, la refrenamos, atenuando su violencia física, dándole exutorios legales: la industria, el comercio colonial, la guerra, la caza, el antisemitismo, porque es peligroso entregarse a ella sin moderación, al margen de las leyes…

--

-No miren ustedes, por más vueltas que le den los moralistas, la necesidad de matar nace en el hombre con la necesidad de comer, y se confunde con ella. Esta necesidad instintiva, que es el motor de todos los organismos vivos, la educación la desarrolla en vez de refrenarla, las religiones la santifican en vez de maldecirla, todo se alía para convertirla en el eje sobre el que gira nuestra admirable sociedad. (…)

Encontrará en la guerra la suprema síntesis de la eterna y universal locura del asesinato, del asesinato regularizado, administrado, obligatorio y convertido en función nacional.

--

Digamos de paso que una vileza bien establecida, en la época en que estamos, ocupa el lugar de todas las cualidades, y que cuanto más infame es un hombre, más fuerza intelectual y valor moral se tiende a concederle.

--

         Nací en provincias, en una familia de la pequeña burguesía, esa buena pequeña burguesía ahorradora y virtuosa que los discursos oficiales nos enseñan a considerar la Francia auténtica.

--

         Cogerle algo a alguien y pasarlo a otro a cambio de tanto dinero como se pueda, eso es comercio. El robo es una tontería porque se conforma con un solo beneficio, muchas veces peligroso, mientras que el comercio comporta dos beneficios y sin embargo ningún riesgo…

--

         También tenía esa facultad maravillosa de poder hablar durante cinco horas y sobre cualquier tema, sin expresar jamás una sola idea.

--

         Convertir el ministro que eres -¡ha, tan irónicamente!- en el presidiario que deberías ser si hubiera justicia, y si yo no fuera el peor de los cobardes… Pues bien… Ese gesto, no lo hago, esa palabra, no la pronuncio. Te dejo recibir la admiración de los hombres y la estima de las cortes extranjeras, porque… Mira tú… Todo esto me parece prodigiosamente cómico… Lo que pasa es que quiero mi parte, ¿me entiendes?

--

         Para un estadista, sólo hay una cosa irreparable: ¡la honradez! La honradez es inerte y estéril, ignora la explotación de apetitos y ambiciones, las únicas energías con las que puede fundarse algo duradero.

--

         -¿De modo que también mataba usted negros?

         -Desde luego que sí, adorable miss.

         -Pues para civilizarlos, es decir, para llevarnos sus reservas de marfil y caucho…¿qué quiere usted? ¿Qué dirían los gobiernos y las empresas comerciales que nos confían misiones civilizadoras, si se enteraran de que no habíamos matado a nadie?

--

         -Escucha… He visto colgar ladrones en Inglaterra, he visto corridas de toros y dar garrote a los anarquistas en España.

--

         Pero tú, tú no eres más que un enamorado de Europa, una pobre alma tímida y friolera, en la que la religión católica inculcó tontamente el miedo a la naturaleza y el odio al amor. La religión ha falseado, ha pervertido en ti el sentido de la vida.

--

         En las selvas vírgenes, donde el europeo es, con justicia, más temido que el tigre, en el umbral de la humilde choza devastada, entre las cabañas incendiadas, aparece después de la matanza, como en la noche de la batalla, el pirata del ejército que viene a desvalijar a los muertos. Digno compañero, por otra parte, de su competencia, el misionero católico, que también trae la civilización en la llama de las antorchas, en la punta de los sables y bayonetas…

--

         ¡Y son los jueces, los soldados, los sacerdotes, los que, por todas partes, en las iglesias, los cuarteles, los templos de la justicia, se afanan en la obra de la muerte!

--

 

EL BOBO DE KORIA (RECOPILADOR)


 

No hay comentarios: