Los monederos falsos




Ayer fui a la biblioteca del pueblo donde vivo. Quería probar suerte y buscar un libro que se me hace el escurridizo. No hubo tal y tuve que desistir. Así que de los títulos que guardo en la cabeza como pendientes, conseguí uno, pasé por el mostrador y me lo llevé a casa.

Estuve dándole vueltas un rato, una buena edición, cosido y con un buen papel, ya no se hacen libros como este. Me entretuve echando un vistazo a la ficha de préstamo y dicho de forma coloquial: me quedé a cuadros. La edición es de 1970, de Seix Barral, hace cuarenta y nueve años. La primera fecha de préstamo del libro es de 1978, ignoro los años que hace que lo adquirió la biblioteca, pero en todo este tiempo sólo siete veces ha sido prestado, incluyendo la mía. La fecha anterior es de hace veintiún años, concretamente de 1998.
Comentaba un amigo hace unos días que el año pasado se publicaron alrededor de noventa mil libros. Ni que decir tiene que el mundo editorial debe ser un estupendo negocio cuyo beneficio redunda en lo económico, pero no en lo intelectual. O dicho de otro modo que la mayoría de los libros que se publican, y volviendo al lenguaje coloquial: son una puta mierda.
En un relato de Borges hay un encuentro entre dos personas de diferentes épocas, uno de ellos, el del presente dice al otro que ha leído alrededor de dos mil libros. El personaje futuro se asombra escandalizado y dice a su vez que él apenas a leído seis.
Luego añade que él estudia los libros.
¿Cual es el sentido actual de la literatura? Ni siquiera los libros divulgativos gozan del empaque de sus ancestros. Todo se simplifica, todo se banaliza, se ha perdido la profundidad del lenguaje y las ideas. Para postre de todo esto, las publicaciones actuales al ser lanzamientos editoriales no pueden fallar, todo el aparato propagandístico de la prensa, la radio y la televisión se pone en marcha para hablar únicamente de ese libro. Mientras otros más humildes se perderán en ese océano de páginas baldías. Me consta que hay buenos libros, hechos con amor y conocimiento, con pasión y sabiduría. Pero cada vez es más difícil dar con ellos.
Por eso vuelvo la vista atrás con facilidad. De mi entretenimiento ya me encargo yo, señores editores y escritores. No me digan lo que debo leer, porque ustedes no tienen ni idea, ni comprenderían el alcance de mis lecturas.
Por eso manoseo este ejemplar robustamente editado, hecho para durar, lástima que a pesar de estar hecho también para leer, solamente siete personas se hayan acercado a él.
Yo estoy dispuesto a exprimirlo, no tan sesudamente como lo haría el personaje de Borges, pero si todo lo profundamente que pueda, porque a mi si que me gustaría aprehender todo lo que André Gide plasmó en él. Los caminos que abrió con esta novela serían husmeados por escritores posteriores que se sirvieron de ellos para rubricar sus obras maestras. Obras maestras por cierto de las que dudo que hoy se encuentren apenas, en esa montaña hedionda de los noventa mil libros publicados el año pasado. Hagan lo que quieran, yo me seguiré paseando por el pasado para recuperar maravillas literarias como esta que tengo en las manos, y que se quedará en mi memoria con toda su sabiduría.

Yorick.

No hay comentarios: