Ante la Ley todos somos sospechosos,
culpables, presuntos de algo. Sin embargo, la familia Inocente, era inocente.
Inocente porque las pocas veces que habían sido llevados a los tribunales,
éstos –La Ley- habían sancionado su inocencia. Así, devenían -¿se dice así?-
más inocentes, si cabe, puesto que ellos habían obtenido del Estado su
inalienable y muy veraz inocencia. En una palabra: los Inocentes eran inocentes
indiscutibles, mientras que el resto de sus conciudadanos -¿se dice así?-,
éramos presuntos inocentes, en el mejor de los casos.
A la familia Inocente pertenecía
Inocente Inocente García. Empresario próspero. Famoso por sus despidos sin
contemplaciones y sin justificación y por sus contratos leoninos. Era también,
traficante de heroína y... Su padre, Cándido, había sido estraperlista durante
Franco –de gran importancia a juzgar por las dos medallas al mérito que el
General Gordito le impuso-. Proxeneta de varios clubes –respetados por el
antiguo régimen-, militante de pro de un partido racista e inspirador de leyes
fascistas... Su hermano, Ferrán, fascista, traficante y proxeneta. En este
oficio había quemado algún pezón, propinado varias palizas a las
"tías", "para que no se desmanden, porque en España nadie quiere
trabajar"... El segundo hermano, Camilo, trabajaba en una comisaría.
Acusado de alguna "torturilla" que otra y de varios tiros al aire que
siempre habían dado en el cuerpo de alguien... El tío de Inocente sobresalía
por sus estafas multimillonarias a través de la construcción de viviendas
inhabitables e inexistentes.
Como vemos,
una familia tradicional, aferrada a "los valores que nunca deben
morir". De misa diaria. Tenían mucho, mucho dinero del cual hacían gran
ostentación.
Los vecinos de Inocente, locos de admiración. "Don Inocente, por
aquí, don Inocente, por allá". Porque si el dinero da categoría, él,
Inocente, la tenía de sobra, vamos. "Don Inocente es un caballero. Fíjate
las propinas que da. Y el cochazo que tiene", decían de él. También
decían, que si... "Pero es envidia, nunca le han podido demostrar nada. Un
hombre de su clase. Envidia, lo que yo te diga". "¿Lo de mi hija?
habladurías, nunca pasó nada. Que ella se puso nerviosa, y como es tan mona y
él es un hombre, pues lo normal. Ella se puso nerviosa. Después se portó muy
bien con ella y a mi marido le deja hacer más horas extras que a los demás
trabajadores". "Lo dicho: un caballero".
Y cuentan, que el veintiocho de
diciembre, día del santo de Inocente y de todos los inocentes: la maceta de
geranios –de doña Anacleta, la ancianita del quinto piso; la sde los geranios
que da gloria verlos, la de las macetas más exuberantes de todo el barrio-
pletórica de flores rojo intenso, escapósele de las manos – a doña Anacleta- en
el mismo momento en que don Inocente se disponía a entrar en el zaguán de la
casa, y dicen que le abrió la cabeza dejándolo en el sitio –a don Inocente-.
Y seguían
contando, que decían, que si a un hijo de doña Anacleta y a una nieta –de doña
Anacleta- les había gastado una gran cabronada –don Inocente-, y que por eso,
ese día 28 de diciembre, después del macetazo, doña Anacleta había bebido de
una botella –de chinchón dulce- que guardaba hacía más de quince años. Y que a
esas edades, y con su salud...
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