MARIONETAS



Las personas que entienden, que su condición en la sociedad en la que viven, no supera la categoría de súbdito, no deberían de sorprenderse de los atropellos que se ven a diario, ni en su persona, ni en la de los demás que también han comprendido su auténtica realidad.

Los que entienden, cosa que no es difícil, que la traída y llevada Democracia, que a bombo y platillo nos meten por los ojos y oídos es una enorme mentira, y con sus actos, sus pensamientos, sus acciones y sus actitudes tratan de desenmascarar esa gran mentira, no deberían de sorprenderse.

No deberían de sorprenderse -digo- de que los artífices de esa gran mentira, sus defensores a sueldo, sus correligionarios, sus adeptos, sus incondicionales, sus engañados, los atontados, y todos los que se han tragado el bulo, estén en guardia, para al menor signo de lucidez, a la menor denuncia, al mínimo intento de desenmascarar el fraude, todo el aparato represor, preparado para ello, se les echen encima, dispuestos a aplastar el foco de subversión, de denuncia, de burla, o lo que sea.

De ahí, que no tenga nada de sorprendente, que la policía interrumpa una obra callejera de títeres, porque se han presentado denuncias, contra el contenido de la misma, aludiendo al mensaje que están recibiendo los niños.
Del mismo modo, no tiene nada de sorprendente, que un juez, de la audiencia nacional, ni más ni menos, condene a cárcel sin fianza, a dos de los titiriteros de la obra. No tiene nada de sorprendente, que los medios hagan leña del árbol caído, y esos presentadores con sus caras de compungidos, nos muestren los hechos como la gran canallada del siglo. Su infinita hipocresía encuentra terreno abonado en una población estupidizada por su falta de compromiso y conocimiento.

Lo que si que resulta cuanto poco terrible e inquietante, son las llamadas a la policía de esos ciudadanos indignados, de esos mediocres, que creen amenazada su paz, mientras engullen mierda a dos carrillos a través de la televisión, ellos y sus cachorros, calcos exactos de sus progenitores, herederos de esos trajes confeccionados con la tela de la cobardía.
Esos ciudadanos, que denuncian, que dan por bueno, y hacen buenos a los acólitos del fraude en el que viven inmersos. Esos que se llaman demócratas, sin darse cuenta de su verdadera condición de súbdito, cuyas tragaderas cada día son más grandes. Seres que no se plantean cual es el verdadero problema que tienen, que sumisos participan de la gran falacia, para recibir agradecidos sus miguitas.

Siempre fue un deber de los oprimidos, el no callar, el buscar la manera, de hablar, de contar, de denunciar, de mandar mensajes en botellas con la esperanza de que al llegar estos a su destino, fueran descubiertos, comprendidos, y a su vez, vueltos a lanzar, para hallar nuevas personas deseosas de saber.
En esas premisas, hubo que pensar, como enviar esos mensajes, para que fueran comprendidos solo por los de la misma condición, ingenio de literatos, de cantautores, de bufones, de titiriteros, que con su astucia sabían saltarse la censura, la prohibición, la ley..

Esa es la pelea. En la que hay que seguir: El conocimiento de la realidad, sin aspavientos, sin grandilocuencias, habitando esos espacios cada vez más menguados, donde cada uno se pueda mover. Y seguir mirando, limpiamente, con las manos extendidas, buscando, siempre buscando aquello que alguna vez se llamó Libertad.



Yorick.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Oportuno y muy atinado su artículo. Y pensar que con esta gente está escarceando el supuesto nuevo partido de color violeta...
De siempre se ha demostrado que al Poder no le gusta la risa. Recuerde que ni Dios padre ni el Hijo rieron jamás. Los bufones son peligrosos porque sus títeres no dejan títere con cabeza. Cuando se hable en el futuro de nuestro tiempo me gustaría no ser incluido en el mismo, prefiero la época antediluviana.