la navidad


Todo el mundo te felicita y por unos instantes parece real, te puedes llegar a creer que lo mejor de cada uno aflora por fin. Pero no es verdad. Estamos en navidad, y todo el puto mundo hace como que se cree lo del amor fraternal, te felicitan, te sonríen, te llaman por teléfono, pero nada de esto es cierto. Dentro de unos pocos de días, toda esta fiebre de amor a la humanidad habrá pasado y la realidad se presentará de nuevo, dispuesta a hundirte en la miseria cotidiana, donde la gran mayoría de los que hoy se desviven por mostrarte sus mejores deseos, como poco te ignorarán, algunos irán más allá, intentando como siempre aplastarte bajo sus zapatos.
Si el dolor te agarra por dentro como un cáncer, si una espesa soledad enturbia tu existir, y si una desgarradora decepción te carcome, no puedes creerte lo que ocurre estos días. Es más, una congoja nueva se presenta, provocada por el espejismo falso de amor, de lo que podría ser y no es. Esa fatalidad gélida te alcanza como una puñalada, sientes el frío de una mentira atravesándote como la hoja de un cuchillo, y la hipocresía ignorante que te rodea te empuja a refugiarte en la oscuridad, lejos del ruido, de la ruindad de un tiempo y unos seres que no saben lo que son ni adonde van.

Todo el mundo se junta para celebrar con sus familias ¿Para celebrar qué? En una liturgia estudiada de la mentira, el mundo busca refugio, con unos familiares que casi siempre están de más. Todas las personas que se importan de verdad, se vuelven la espalda estos días, para trasegar por un páramo de hipocresía colectiva.


El despropósito humano es de una brutalidad inenarrable, la crueldad de la ignorancia adopta unas medidas más que desproporcionadas. El egoísmo es el rey de la fiesta, y si eres capaz de ver todo esto, sabrás que las lágrimas saben más amargas cuando suenan los villancicos por las calles y la nieve fría y silenciosa cae a tu alrededor sepultándote un poco más.


Yorick.

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