Pensaba en supersticiones de viejos
para paliar su miedo
para poder salir a la calle
sin que le temblaran las manos

no es verdad -se decía-
que lloviera como sangre
que el Sol trás un velo púrpura
se riera de nosotros

el viento caliente dictaba lo contrario
y se empeñaba y conseguía
arrastrar dunas hasta sus ojos

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