EL SEÑOR DE LOS ANIMALES



Vitorino, el señor de los animales. Hoy da un biberón a un ternero recién nacido y mañana lo mandará a cualquier sitio para morir en el coso -Esto es un negocio- Imagino su frase estrella. Ahora dice sentirse en un punto de la vida donde puede decir cualquier cosa, gracias a sus 85 años, típica arrogancia de cacique que cuenta una y otra vez lo dura que fue su vida y el riesgo que asumió en el negocio de la ganadería brava.
Niño mimado de empresarios post-franquistas que protegieron su negocio y lo arroparon desde el principio.
 El gobierno heredero de aquellos tiempos, le ha otorgado la medalla de las artes, soberbia aparte, sabemos quién manda aquí, como siempre. Y esa mayoría absoluta que el pueblo estulto les brinda, les abre la puerta a “sutilezas” como esta.
El hombre afirma que los anti taurinos visitan sus fincas para ver a los toros en libertad. Que bien, que el fin justifique los medios. Me imagino al buen señor entre sus animales, hablándoles con cariño paternal, mientras un rato después cierra un contrato con cualquier plaza donde asesinarán a las mismas bestias.

Alguna vez tuve que quitar y asesinar a alguna camada no deseada de cachorros de mis perras y gatas. Ni en ese punto nos parecemos. Yo no vivo de los animales, no negocio con ellos, los acojo, y si ellos quieren quedarse, los trato como una familia, sin convertirme en victima de la falsa moral social que trata al perro mejor que a su padre. Los animales, animales son, eso no justifica al homenajeado ni a otros como él, más bien, nos denigra a todos.
Decir que su oficio sirve a un arte, es una forma de hablar, institucional por cierto, del mismo modo, el despellejamiento público del sujeto y su familia, podría parecérmelo a mí, independientemente del dudoso beneficio que este acto pudiera tener en sus víctimas.
Yo creo, como apuntaba antes, que el homenaje atiende a pagar un servicio que la casta del ganadero, desprendidamente, obsequió a algún mandamás de abolengo rancio como ellos mismos. La chusma adinerada y torticera se protege a si misma, se cubren las espaldas, y estarían encantados de cruzarse entre ellos, como en la ganadería. Tendría gracia, que ahí estuviera la clave de tanta distinción: que simplemente se tratara de un asunto de cruce de razas... o de cuernos.


El reverendo Yorick.

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