PONGOS



...que quizás no tengan culpa -los pobres, iba a decir-,
pero mérito, lo que se dice mérito, ninguno.
Como un “pongo” que te regalan y no sabes
dónde poner para no verlo.

            Mi siquiatra dice que hay que ser boludo... Con lo mal que me trató la Institución cuando niño. No entiende -¿viste?- cómo, a estas alturas, sigo acordándome puntualmente de los Reyes. Le saca de quicio mi pertinaz e inquebrantable adhesión. El pobre, tendrá que volver a su pampa -querida- con sus boleadoras a echar zancadillas a los confiados animales que la pueblan.
            Porque fe, la teníamos, mis padres también. Una semana antes del 5 de enero, escribíamos la carta a los Reyes Magos. El franqueo de la misma sobrepasaba el requerido por Correos -con perdón- y yo, en compañía de mi papá se la entregaba al visir de sus Majestades. Después venía la larga y tensa espera de la noche mágica. A la mañana siguiente: decepción. Nada de lo que les había pedido, sino juguetes de "todo a 100", más o menos.
            Al año siguiente, instaba a mis papás a que les compraran una gavilla de alfalfa a los camellos -no, a los de la chepa, claro-. El resultado: decepción. Ni me habían traído la bicicleta, ni el Mecano, ni el Monopoly y, mucho menos, mi ansiada "Barbie Chumino". Así, año tras año, hasta que cumplí los 21.
            Fue en la "mili" cuando empecé a tomar conciencia de que los Reyes no eran buena gente. Me apoyaba en que me habían decepcionado durante toda mi infancia. En la "mili" ya era todo un hombre, claro. Haciendo una guardia pensé en pasarme a Papá Noel pero su estúpida risa no me gustó nunca. Además, no era de aquí, y a mí la patria me ha tirao siempre. ¡Anda! -me dije- si los otros Reyes tampoco son esta tierra. Por eso -deduje, a pesar del frío- no le llegaban mis cartas.
-¡Qué va! -me dijo mi cabo, que era de Teruel-. ¿Cómo te iban a traer lo que pedías, si eras de una familia de pringaos?
-¿Y qué tiene que ver?
-Pues porque los Reyes siempre están del lado de los que tienen los chavos.
-Si -aduje-, pero fueron al portal de Belén...
-¡Claro, estaban invirtiendo para el futuro! Con cuatro chorrás que le regalaron al Niño, se ligaron al Padre. ¿No ves que ahora lo son por la gracia de Dios?... ¿Quién les ha votado...? Y siguen al lado de los poderosos, como siempre...
-¡Jolín! Exclamé, fuera de mí -sin salirme mucho de la garita, porque hacía una rasca de tres pares de ovarios. Hasta me olvidé de la contraseña aquella aciaga noche. Mi cabo me había abierto los ojos.
            Pos vaya mierda Reyes -pensé-, solo, en mi fría garita. Vamos, que el Belén sigue montado y se siguen comiendo nuestra alfalfa y más cosas. Claro -deduje-, siguen haciendo las mismas representaciones que hace dos mil años y por eso les regalan yates y dinero y dinero y... Y si es por la gracia de Dios, hay que pensar que Dios debe de tener la gracia en el culo.
            Cuando llegué a la compañía cogí la carta que tenía escrita para la noche del 5 de enero y la rompí. No me sale de los ovarios seguir siendo tonto -pensé. Cuando se presenten en las próximas elecciones no pienso votarles. Aunque, también pensé que yo no tenía ovarios. ¡Uf, mucho pensar para una noche, pensé!
            Han pasado muchos años y ahora, añadido a lo que me contó mi cabo, todos los medios se empeñan en denostar a los Reyes. Que un yerno, que si el otro yerno, que si la infanta menos fea, que si el mismo Rey!!. Mentiras, sé que son mentiras de una conjura antimonárquica.
            Yo, recuperada mi fe, sigo escribiendo mis cartas a los Magos y deseando que lleguen las elecciones para votar a los de la Zarzuela.
            Eso sí, por estas fechas, tengo un sueño recurrente en el que se repite una fecha 16-10-1793. Mi psiquiatra no encuentra relación ninguna con mi amor por los Reyes pero sus facturas siguen creciendo.

 EL BOBO DE KORIA

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