el ocaso de los dioses...de barro


Hace muchos miles de años, un grupo de seres que torpemente, podría decirse que acaban de comenzar a caminar erguidos, contemplan desde una cueva un atardecer parecido a este. Atemorizados por tan terrible hermosura se preguntan sobre qué, o quién, es el que les arrebata el Sol todos los días dejándolos desamparados en la noche.
 Esta va a ser muy larga, un viento desatado, el mismo que dibuja con esas nubes apocalípticas, golpea contra la entrada de la cueva. Los seres están nerviosos, pues el viento les anula dos de sus más preciados sentidos: el olfato, y el oído. Y eso significa que uno de los grandes cazadores del bosque podría acercarse sin que su presencia se notara hasta la entrada de la caverna. Cansados y atemorizados permanecerán en una larga vigilia, con la esperanza puesta en que  el Sol vuelva a aparecer mañana al otro lado de la montaña, que todos lo vean, y que amaine el viento implacable que les impide vagar por el bosque en busca de alimentos.

Muchos miles de años después, contemplo un  atardecer parecido desde mi casa. Mis temores no son los mismos que los de aquellos seres, pero si que una sensación de inquietud me recorre. El temporal de viento me hace permanecer en alerta, y una prevención milenaria, me avisa, que como ellos estoy desamparado de parte de mis sentidos. Se que va a ser una noche larga, en la que el viento arremeterá contra la casa sin escrúpulos.  Los perros se esconden en su cuarto, y las aves de corral, aguantan estoicamente subidas a un almendro.
La terrible belleza del crepúsculo me regala una paz momentánea, y contemplo el espectáculo admirado y arrebatado, ante esas pinceladas de fuego que se plasman en un lienzo efímero.
 Pienso en el principio de los tiempos, en el misterio insondable que nos rodeaba entonces, y en el temor que equilibraba el planeta. Hoy día ya no es así, una vez descubiertos todos los misterios, nuestra raza se aproxima al colapso. El planeta, como juguete denostado, se asfixia en nuestras manos. Y nosotros, niños terribles creemos conocer todos sus secretos. Yo se que no es así. Dentro de mí, un instinto, esa prevención milenaria me hace desconfiar, me hace entender y aceptar que un día, el mundo tal y como lo conocemos desaparecerá, y nosotros con él. El planeta o sus restos continuarán su viaje en la eternidad, y nosotros, solo seremos una mota de polvo, que un viento desbocado como el de hoy, hará desaparecer en la magnitud de una tormenta de arena.


Yorick

No hay comentarios: