Blogletín crítico-sociológico anexionado a la internacional anti-estulticia
4x4
Es fácil observarlo en cualquier semáforo de cualquier ciudad, si hay diez coches esperando a que la luz verde les de paso, probablemente, siete de ellos, serán enormes todo terrenos.
Es sencillo comprobar como hace un par de años, era difícil ver un noticiario, o leer un periódico sin que se hiciera referencia a un trágico cambio climático. De esa expansión al miedo a la desertización, o a la llegada de un nuevo periodo glacial, se observaron unos cambios en la publicidad automovilística. Todas las marcas, se desvivían por colocar en el mercado vehículos híbridos, económicos, o limitados en el consumo de energía. Por ninguna parte aparecieron entonces anuncios fomentando el transporte público, ni hubo reducciones en sus tarifas, ni nadie, desde ningún púlpito, aconsejaba ponerse de acuerdo con vecinos o compañeros de trabajo para compartir el coche, como ocurría de forma natural hace unos años.
En el presente, cuando la climatología real, se ha encargado de desmentir los pronósticos catastrofistas de un inmediato cambio climático, los fabricantes de coches, han vuelto a lo suyo, a vender un individualismo exclusivista basado en la motorización desmadrada, y por supuesto en el tamaño, ya saben: cuanto más grande mejor. Y para los pequeños vehículos, ante posibles complejos, una subidita de caballos en el motor, y asunto arreglado. Así, como les decía, observar el tráfico en cualquier momento del día, nos puede dar una idea de como hombres y mujeres de cualquier edad, calman su ansiedad, y sus complejos de inferioridad. En el momento en que el insulso muñequito verde comienza a parpadear, observas, como la mayoría empiezan a soltar embrague peligrosamente, para el rezagado que se atrevió a saltar a la calle durante el intermitente fin de permiso al peatón, o para el anciano, o anciana, que desvalida empuja un carro de la compra, ante la amenaza latente de morir aplastados en la misma puerta de su casa.
Enormes monstruos que levantan del suelo casi dos metros, de aspecto imponentes y agresivos, son conducidos por supuestos congéneres, que no dudan en acelerar a fondo en zonas urbanas, o en utilizar sus terroríficas bocinas para amedrentar viandantes o a viejos vehículos, conducidos por abuelos vetustos, que circulan a la velocidad establecida, temerosos de esos "panzers" de la modernidad cuyo espacio interior no sirve para dar cabida a los enormes egos de sus propietarios, que ajenos a una realidad más grande que ellos mismos, tallan un porvenir nefasto para el planeta y para ellos, como miembros de una especie, que acabará aplastada por su propia soberbia.
No es de extrañar entonces, la enorme sonrisa que te regala cualquier persona cuando paras ante un paso de peatones, esperando tranquilamente a que este cruce a su ritmo, son presionarlo, ni mucho menos ignorarlo. Algunos, para mi sorpresa, no bajan enseguida, sino que corroboran mirándote a los ojos tu voluntad de esperar a que crucen.
Es terrible, ser víctimas de esta nocivas máquinas, que se instalan en nuestras vidas como imprescindibles, aunque en el fondo, todo el mundo sepa que no es así.
Si algo hay que agradecerle a los años de recesión económica, es precisamente, que gracias a ellos, la venta de estos monstruos mecánicos desciende. De no ser así, quien tiene ninguna duda de que cada hijo de vecino, colmaría sus sueños con un 4x4 aparcado en su puerta....o dentro de su casa.
Yorick.
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