El fuego avanza. Inexorablemente, zarza tras zarza, pino tras pino, retama tras retama, continua su camino destructor. Tras él, una inmensidad calcinada humea los restos de su voracidad. Cadáveres retorcidos de lo que hasta hace pocas horas eran troncos leñosos, manto verde, refugio de todo tipo de animales, ahora permanece silencioso y muerto.
Las noticias hablan de imprudencias, de intencionalidad, de desgracia. -El fuego avanza porque los seres humanos nos alejamos de la Tierra- Olvidamos su sabor, su calor, su tacto. Pareciera que no estando conformes con este mundo verde, hubiéramos optado por destruirlo, para construir otro a nuestra medida. Con inmensos edificios, interminables autopistas y cemento, cemento por todas partes. Y en esas grandes urbes artificiales, encerrados en parterres y ridículos parques, los árboles y plantas que sin posibilidad de avanzar ni un centímetro mas allá de su cárcel de hormigón, permanecen presos de los caprichos humanos. Que podan su libertad, aplicando la geometría a setos y arbustos, negando su natural abundancia.
Un falso lamento recorre los noticieros, y una multitud lo escucha mientras arroja la colilla por la ventanilla de sus imponentes y horribles coches verdes. Todoterrenos de ruedas anchas que inmisericordes aplastarán animalillos y plantas, para que sus amos sigan dominando el medio. Conscientes de su poder y su desmedida impunidad ante un planeta que no se queja. Al que vilipendian e inflingen horrorosos castigos siempre justificados desde el punto de vista humano, ya se sabe, el de los dioses
Y mientras la colummna de humo se alza centenares de metros augurando otra inmensa cicatriz baldía.
Un día los montes dejarán de arder, porque ya no quede nada por quemar, pero el fuego no pasará, quemará las ciudades, las creaciones humanas, y también a nosotros mismos. Entonces la conciencia del planeta y del resto de seres vivo que sobrevivan, respirarán tranquilos. Los peores seres de este planeta se habrán ido. Este se acabará regenerando, sin prisas, el modo en que lo haga volverá a ser inexplicable ya que no habrá nadie que lo haga. Y tal vez, en la memoria genética de los seres vivos, quede cerrado aquel camino evolutivo, que dio pié a nosotros mismos.
el reverendo Yorick
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