Salió de la tienda de tatuajes henchido de orgullo, uno de sus últimos sueños se había hecho realidad. Allí, en su hombro, todavía ardiente, un dibujo en su piel le enorgullecía. Un gesto más de exclusividad de mercado, al que no había podido resistirse. Pero esa no era su forma de verlo, para él, el tatuaje significaba una diferencia con los demás, a través de aquel dibujo diseñado con todos los cuidados, quería decir a todo el mundo, que él era especial, por las circunstancias de su vida.
Su aspecto exterior, estaba cuidado hasta el último detalle, pulcro al vestir, elegante, pero con un toque sport, según mandaban las modas. Con ropa cara, pero estudiadamente casual. Su corte de pelo, del mismo modo, a la última en tendencias, cubierto por una generosa capa de fijador, y aparentando un descuido calculado, igual que su barba, o que el artificial bronceado de su piel.
Todos los días, después de su trabajo de gerente en una empresa de venta por teléfono, acudía al gimnasio, situado en la misma zona comercial donde comía, y compraba algún que otro trapito. Su oficina se encontraba en el mismo complejo, compuesto por parking, oficinas, y comercios.
Allí, transcurría prácticamente su día a día, puesto que al acabar en el gimnasio acudía a tomar una copa en la zona de ocio. La más de las veces, durante la ingesta de esa copa, conocía a alguna chica con la que quedaba para cenar, o con amigos del gimnasio o la oficina. A buen recaudo, en el parking, su coche ultra limpio, como recién salido del concesionario, un cuatro por cuatro a la última moda, o si el tiempo lo permite su motocicleta Harley-Davidson, también último modelo.
Se sentía un triunfador, cuando caminaba por las calles, al cruzarse con cualquier mujer, se hinchaba como un gallo de corral, pendiente del efecto de su paso ante la hembra, del mismo modo, cuando se cruzaba con cualquier hombre, le miraba con desprecio, sin disimulo, haciéndole notar quién mandaba allí. En los semáforos, bien en coche, o en moto, se comportaba de la misma forma, lanzando sus miradas cazadoras de reojo.
Ahora, el tatuaje completaba su persona. Ahora si que se sentía diferente, lejos de imaginar que en realidad caminaba por la vida imbuido en un disfraz. Un disfraz que le habían vendido, detalle a detalle, había caído en la trampa, sin poder sustraerse se hallaba inmerso en una mentira de la que no era consciente. Víctima del consumo, fagocitado por su propia imagen que cada vez le pedía más. El tatuaje, que ahora le hacía creer que era diferente representaba un águila con las alas abiertas en posición defensiva, bajo sus garras, una leyenda: Born to be Wild. Nacido para ser salvaje.
El lo creía de verdad, ignorante de que en realidad, había nacido para ser del montón.
El reverendo Yorick.
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