Según se ha descubierto recientemente, parece ser que la Virgen María se casó de segundas con san José el Carpintero (que lo hicieron santo por los cuernos que tuvo que soportar durante toda su vida) que era bastante bueno haciendo zuecos en el pueblo, aunque allí, con el clima que tenían, era como hacerle una paja a un muerto. Pero el hombre se defendía. Tenía para sus caliqueños, para la bonoloto de la época. También se compró un burro de inyección, con tracción a las cuatro patas. En fin, que Pepe no era un pelagatos.
Lo que no soportaba era las visitas que a su mujer le hacía el Espíritu Santo. Que por mucha forma de paloma que adquiriese, no dejaba de tener un mandao tremendo. (En aquella época, los nabos aún tenían hueso).
Tuvo que reconocer a Jesusito como hijo suyo, pero bien sabía que era el Hijo de Dios. Desde el momento del nacimiento, al niño le cogió una manía de que te cagas en las bragas. Le daba pescozones cuando Jesús le ayudaba en la carpintería. A la mínima, le llamaba fill de puta, claro, en arameo..
Cuando la Virgen veía lo que le hacía al chiquillo, como madre que era, la figa se le salía de las bragas de esparto, de la malaleche que le entraba:
-Cómo le des otra colleja al niño, soy capaz de pasarte la garlopa por el pijo, cabrón (Todo esto en el idioma vernáculo) Que me tienes hasta la figa!!
Lo peor vino cuando una tarde de canícula, San José sorprendió a la Virgen cepillándose –no con la garlopa- a su compañero de sindicato: San José de Arimatea.
Arimatea, era un pueblo que distaba unas siete leguas. Vamos, próximo a Galilea, como se desprende.
A partir de ese momento, José –al que todos llamaban Pepe, entró en una profunda depresión y empezó a tomar “barrechats” y carajillos a porrillo y, a partir de ese momento, la historia no cuenta nada, aunque se sabe de buena tinta, que se afilió al LEVANTE C. F. y cuando éste bajó a segunda división, fue la gota que colmó el vaso y se colgó de una encina.
El Bobo de Koria

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