La almohada

Su rostro dormido parece denotar una alegría diferente. En la interpretación furtiva de un paseante atento, podría leerse: Hoy el mundo pesa menos.
De los cuatro bancos que cuadriculan esta esquina del parque, tres amanecen convertidos en improvisados dormitorios a la intemperie. El durmiente plácido, parece haber tenido esta noche más suerte que los demás: Una almohada mullida recoge su cabeza y rellena sus sueños de sendas más felices. Entre los pertrechos de estos tres hombres viaja la almohada, en la compañía rasposa de algunas mantas y la etérea blandura de unos cartones que sustituyen sin pudor a todos los colchones del mundo. Tal vez el preciado objeto soporte el peso de una cabeza diferente cada noche, y el pequeño lujo que permite la basura, sea compartido por los tres. O puede que el azar les haya traído al mismo parque, y que la mañana los separe sin adioses fingidos, ocupando la almohada su sitio en algún carro de supermercado.
¿Qué medida tendrá la vida desde esos bancos del parque? Con los horizontes cortados por las aristas rígidas de un cartón de vino. Rotos todos los hilos que los atenazan a la existencia, los deseos dejan de tener sentido, y la grandeza de una libertad desconocida planea sobre sus cabezas. Sus miradas de desvarío no dejan de tener un brillo de tranquilidad.
Sin saber que fuerza los empuja, provocan en mí la admiración del reo, que condenado a galeras asoma sus ojos ávidos por una rendija del barco en busca de la gente que pasea por el puerto.
Admirado de que en su vida, todo parezca estar en su sitio. Suicidas de lo cotidiano muestran sin intención que su errar no es ningún fracaso, y la ignorancia que se les profesa indica sin duda hacia donde mira cada cual.
Un desarraigo fortuito que hace que nadie se pregunte que día de sus vidas fue el último, y cual de su nueva existencia el primero.
Y por unas noches, le efímera existencia de esa almohada, que cualquier mañana de estas, será olvidada en un banco y desaparecerá de sus noches, con la misma sencillez con la que un día apareció.


El reverendo Yorick

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