en el camino

Lo peor de mí es un espectro que me persigue. Lo veo reflejado en la gente, y me enseña lo que soy y me resisto a ser.
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-La ventana sigue abierta en las horas más difíciles- me digo. Pero veo pasar el Sol muchas veces por ella antes de saltar. Hasta encontrar la siguiente.
Que estigma más terrible es el miedo que nos hace creer en nuestras propias mentiras, sin pensar en las perdidas. Claudicando momentos que harían temblar los cimientos del engaño que yo mismo me impongo.
-No pasa nada- Repito un montón de veces antes de dar el paso siguiente que me separa de mi reflejo cotidiano, que me aleja de alguien que no soy, que empequeñece una figura creada por nigromantes del engaño. Cuanto más me alejo más frio tengo. Pero más fuerte me siento. Siento que escribo el epitafio de mi sombra, de mi mentira, de la criatura de trapo rellena de obediencia y miedo que nació indefensa en manos cobardes durante el amanecer de los tiempos.
Cuanto más pienso en ello más siento que soy heredero de otros, muchos, que a lo largo del tiempo siguieron el horizonte que vieron trás sus ojos, que regaron la tierra del miedo con su sangre.
Me pregunto si ellos entendieron la diferencia, si supieron que el fin no era otro que el principio. Si dudaron como yo, que me resisto a creer, aun creyendo. Si empujado por una fuerza invisible anhelaron el sabor de su propio destino que los empujó al destierro en un mundo conocido con la única compañia de sus temores y el remordimiento.
-El halcón sigue volando-
dice el viejo chamán. Y su inexplicable respuesta resuena en mis oidos como un latído cadencioso, convirtiendose en mi única certeza.




Yorick

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