QWERTYUIOP
RAFAEL
SÁNCHEZ FERLOSIO
4 diciembre de 1927. ROMA. Italia
1 abril de 2019. MADRID. España
De MIENTRAS O CAMBIEN
LOS DIOSES NADA HABRÁ CAMBIADO
En el principio no fueron, ciertamente, los dioses de los
cielos los que impusieron sacrificios a los hombres en la Tierra, sino los
sacrificios de los hombres de la Tierra los que pusieron dioses en el cielo.
Por consiguiente, no es que el sacrificio haya sobrevivido al cambio de los
antiguos dioses, sino que es la perpetuación del sacrificio lo que demuestra
que los dioses no han cambiado. ¡De nombre habrán cambiado, y de vestido, no de
condición, como demuestra la renovada aceptación del sacrificio! Siguen siendo
los viejos dioses carroñeros, vestidos de paisano, con los nombres de Historia
o de Revolución, de Progreso o de Futuro, de Desarrollo o de Tecnología. Los
mismos perros sangrientos con distintos aunque no menos ensangrentados
collares. Más valía haber dejado en paz a los dioses en sus cielos y
quebrantado, en cambio, la mítica conexión del sacrificio, que era la fuerza
que los sustentaba; ya ellos solos se habrían venido abajo desde las alturas,
en vez de reflorecer y renovar sobre nosotros su cruento señorío…
“El sacrificio es bueno porque complace a los dioses”, mientras
que nos está totalmente prohibido decir: “Los dioses son malos porque se
complacen en el sacrificio”.
Asombra que el deporte se llame culto al cuerpo, cuando
consiste justamente en someterlo al mayor grado de opresión, privación y
explotación posible, sacrificándolo por completo al solo fin de llevar hasta la
meta al yo que lo cabalga.
Si algo hoy puede todavía llevar alguna carga de blasfemia,
es el ultraje a la tecnología; y así, tal vez podríamos pensar que haya
efectivamente en torno a ella como una cierta atmósfera, no digo religiosa,
pero algo así como religiosa…
La coartada, totalmente falaz, del desarrollo tecnológico es
la de que el continuado progreso y enriquecimiento de los países ricos acabará
algún día beneficiando a los pobres.
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De MONOGRAFÍAS INICIÁTICAS
La “identidad” es siempre, por su propia índole, “frente a”,
nunca, por ejemplo, “respecto de”, puesto que, por mucho que se vista con
atributos, éstos no tienen otra función que la de signos diacríticos,
distintivos, como el color de las banderas, sin contenido semántico que connote
“cualidad”, sino solo señales que indican “otreidad”. La bandera no es ninguna
cualidad de la hueste que la enarbola, porque no dice “soy así”, sino “soy yo”,
lo cual siempre quiere decir “no soy tú”, “soy otro que tú”; si el color de las
banderas fuese una cualidad, querer cambiarlo sería tan imposible como el que
una liebre quisiese cambiar su hermosísimo par de orejas por un par de cuernos,
con el que, ciertamente, se vería menos indefensa. Ese fetiche totalmente
carente de significado que es la “identidad” solo se hipostasía y se sacraliza
cuando ejerce su función de “distintivo” precisamente “frente a otro, o sea en
el contexto del antagonismo, al igual que el
color de lavandera lo ejerce en el trance para el que fue creada: la
batalla.
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De NADIE PUEDE CON LA
BICHA
Pero lo que me produce mayor desolación, mayor
desesperación, alcanzándome a veces como una turbadora sombra de terror, es el
aplauso. Cuando pasando rápidamente los canales, oigo que, como coincide a
menudo, hasta desde tres de ellos simultáneamente se desborda la conocida
cascada del aplauso (¿cuántos aplausos en cada programa? ¿cuántos en cada
cadena?, ¿cuántos solo un día de televisión?) me represento la pesadilla de una
sociedad de incesantes, incondicionales e impertérritos aplaudidores. La risa y
el aplauso, en la televisión, se desencadenan prácticamente al nivel cerebral
de reflexología pavloviana: están condicionados para saltar automáticamente a
la vista de las etiquetas “para reír”, “para aplaudir”, y, en consecuencia,
indiscriminadamente, incondicionalmente con respecto al contenido: “Cuando te
digan perro, meneas el rabo”. Un chiste, la palabra lo dice, es para reír,
luego es gracioso por definición.
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De HACIA UNA NUEVA
ESTÉTICA
Ya lo sabía Eugenio D´ors: “El enemigo de arte es la firma”.
Acaso lo más sórdido y más inmoral del cristianismo sea el
culto y el cultivo del dolor por el dolor como valioso en sí mismo y por sí
mismo, tan vinculado a la impura noción de “capital moral”… Había uno que
decía: “Entonces, ¿el sufrimiento es una inversión?”; y el otro contestaba:
“¡Pues claro!”.
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De JUEGOS Y DEPORTES
Cuando alguien hace acerca de sí mismo aquella declaración
alucinante de ser “rabiosamente español”, en un principio uno se pregunta:
“¿Qué le pasa a este hombre? ¡Muy poco convencido debe de estar de serlo cuando
tiene que echarle tanta rabia!”, o bien piensa uno que, tal vez, de lo que le
falta convicción es de que ser español, en el sentido archiontológico que él
querría darle, tenga, en verdad, significado o contenido alguno. Pero después
cae uno en la cuenta de que la rabia le viene, en realidad, de que ese ser
español que de sí mismo afirma el declarante no es algo que se pueda ser por
uno mismo, lisa y llanamente, o sea así por las buenas, como se es hablante de
una lengua, sino algo que solo se puede ser beligerantemente contra alguien, es
decir, como armada y erizada negación del otro…
Se conoce que el sentimiento de tener un enemigo –deportivo,
si no se ofrece algo mejor-es el único viento realmente capaz de hinchar las
velas del nacionalismo.
El Estado, y especialmente en su moderna concepción
nacionalista, condenado a la deletérea servidumbre de la necesidad de
“prestigio”, ha erigido las victorias deportivas internacionales en títulos de
prestigio nacional tan valioso como otros cualesquiera.
“Creo firmemente que el deporte es el medio más seguro para
producir una generación de cretinos dañinos” Léon Bloy.
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De NON OLET
Todos los anuncios, amén de la mera existencia de la
publicidad, son un agravio al hombre y cualquier vida plausiblemente humana,
pero ningunos llegan a ser tan ultrajantes como los específicamente dirigidos
al consumo de las mujeres, por no hablar ya del grado literalmente perverso y
canallesco de los que se dirigen a los niños; ni la meliflua bruja de Hänsel y Gretel, con su casita de
bizcocho y caramelo, supo llegar a tanto.
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EL BOBO DE KORIA
(RECOPILADOR)
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