Las listas electorales


 No podía ser, no. No podía ser que horizontalmente el pueblo eligiera a sus representantes. Imagínense la respuesta de políticos profesionales: Sería un proceso lento y farragoso de continuas reuniones para llegar a acuerdos, y a una cifra final de cuatrocientas o quinientas personas entre cuarenta millones.Bueno, bien, sería un proceso largo y difícil, pero sería verdad. En ese supuesto caso de que el pueblo hubiera elegido a sus representantes políticos, revocables por supuesto, por las asambleas, verdaderamente el poder emanaría del pueblo, cosa totalmente contraria de lo que vivimos y sufrimos en nuestra supuesta democracia.Un sistema en el que tú no haces absolutamente nada, te sientas a esperar que el cartero traiga la propaganda electoral donde las listas ya están cerradas y programadas con nombres que a ti no te suenan de nada, de personas a las que no has visto en tu vida, y que ni siquiera han nacido en tu pueblo. Sin necesidad de hacer un examen muy exhaustivo, podemos constatar que manejan nuestros intereses personas totalmente ajenas a nosotros, a nuestras familias, y a nuestros pueblos. Profesionales de la política, que proceden de ámbitos muy alejados de las calles. Individuos que se afilian a los partidos con veinte años o menos y comienzan una carrera para ir ascendiendo peldaños hasta llegar a lo más alto: los ministerios o la presidencia.Es curioso observar como se designan ministros que no tiene ni la más remota idea del asunto de la cartera de la que se acaban de hacer cargo. Pasan sin pena ni gloria, amontonando más errores que aciertos y no pasa nada. Acompañados por una legión de consejeros, agregados, y funcionarios en los que se diluyen todas “las buenas intenciones” que el ministro acaba de cacarear en rueda de prensa.Y mientras tanto el pueblo inocente se traga los titulares, contempla la cara dura de los ineptos que los gobiernan y las tonterías que sueltan por sus boquitas sin inmutarse, sin que les hierva la sangre y se planteen que en sus manos está el poder cambiar el asunto. Toda estrategia tiene un punto débil, y no es difícil saber cual es y como se resolvería el problema planteado. Ustedes mismos.


Yorick.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Yorick, siempre es un placer leerle, aunque sea de tarde en tarde. Gracias