EL RUIDO Y LA
FURIA
WILLIAM
FAULKNER
25 septiembre de 1897. NEW ALBANY. Estados Unidos
6 julio de 1962. BYHALIA. Estados Unidos
Yo no olía la portilla, pero olía el
frío resplandeciente… Subimos corriendo los escalones y salimos del frío
brillante y entramos en el frío oscuro
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“Por qué se pone a jimplar ahora”.
“Y yo que sé”, dijo Luster, “Porque le
da por ahí. Lleva así toda la mañana. Supongo que porque es su cumpleaños”. (…)
“Ahora se mete en el agua y se pone a
jugar y deja de jimplar y de echar babas”.
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Fuimos andando por el sendero de
ladrillos, con nuestras sombras. La pocilga estaba en el cercado mirándonos
mientras rumiaba. Dan aulló.
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Nuestras sombras estaban sobre la
hierba. Llegaron a los árboles antes que nosotros. La mía llegó la primera.
Después llegamos nosotros y se fueron las sombras.
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El campo de batalla solamente revela al
hombre su propia estupidez y desesperación, y la victoria es una ilusión de
filósofos e imbéciles.
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Mi padre decía que un hombre es la suma
de sus desgracias.
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En Memphis todo un burdel entró en
trance místico y todos salieron corriendo a la calle desnudos. Tres policías
fueron necesarios para controlar a uno solo de ellos. Sí Jesús Oh buen Jesús Oh
hombre lleno de bondad.
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“Como rompas el vestido”, le digo, “te
meto una paliza aquí mismo que no se te olvidará mientras vivas”
“Mira si no”, dice. Entonces me di
cuenta de que realmente estaba intentando rasgarlo, arrancárselo. (…)
“Me da igual”, dice, “soy mala y me voy
a ir al infierno y me da igual. Prefiero estar en el infierno que donde estés
tú”
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Yo suelo imaginarme lo furioso que se
pondría acordándose de los cinco mil anuales si se muriese y se encontrase con
que no hay cielo. Es lo que yo digo que se muera ahora y se ahorra el dinero.
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Queme aspen si no se visten como para
que todos los hombres intenten echarles mano por la calle.
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Yo digo aquí mi familia poseía esclavos
cuando todos vosotros teníais unas tiendecillas de mierda y unas tierras que ni
los negros querrían trabajar a medias.
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Me paso el día temiendo encontrármela
en mitad de la calle o debajo de un carro como una perra en celo. (…)
Es lo que yo digo, quien nace zorra
sigue zorra.
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Había sido una mujer grande pero ahora
se evidenciaba su esqueleto, holgadamente envuelto por una piel ajada que se
tensaba sobre un vientre casi hidrópico…
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“Ya sé qué clase de gente será”, dijo
Dilsey, “esos blancos muertos de hambre. Ésos son los que hablan. Los que creen
que no vale para la iglesia de los blancos y que la iglesia delos negros no le
vale a él”.
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EL
BOBO DE KORIA (RECOPILADOR)
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