“Los sobraos”


Los observo a menudo: dilapidan su vida agarrándose a una cotidianidad moribunda, se disfrazan de seres especiales y así lo cuentan cuando algún incauto interlocutor se les pone a tiro. Entonces, se transforman, un halo resplandeciente los envuelve, como magos engalanan palabras de corte seductor, con el fin de hacerte creer que son especiales, que son alguien, como ellos mismos afirman.
Pero todos los espectáculos terminan y llegado el final, vuelven somnolientos al cobijo de su mentira, camuflan su rostro bajo sombreros de ala ancha y gafas tintadas, suplicando la llegada de la noche y la apertura de tabernas eternas donde reviven al son de su pasado creyéndose sus embustes y trucos de magia barata. Son incapaces de soportar su realidad y abrazan una fantasía revolucionaria que nunca estuvo de su mano. Saben con quién jugar, saben con quién bailar, aceptan lo reducido de su círculo donde forjan una leyenda paupérrima.
Si alguien atraviesa su tela se lanzan sobre ellos con las arengas deshilachadas que sus compinches conocen. Estos desvían sus miradas para no ver el reflejo de si mismos, y mañana oirán una nueva batalla que afianza los lazos de una tribu embreada de patetismo.

Su única fuerza la basan en las diferencias que existen con el otro mundo, con los seres que habitan la normalidad y que tratan a los otros como iluminados y marginales brillantes. Ninguno comprende la necesidad que tiene de su contrario.
En su inconsciencia ignorante se otorgan papeles que les quedan grande a todos, pues ninguno entiende que la autenticidad está más allá de sus manos. Se engatusan a si mismos equilibrando una balanza de falacias que cada cual ahoga como puede, entendiendo cada uno, que necesita del otro para no caer en un abismo cuyo fondo están muy lejos de entender.
Pero si cruzas sus miradas sin darles el crédito que exigen, te arriesgas a ser perseguido por su fantasma, pues en el fondo de toda pupila se ocultan los posos de la verdad, y ninguno de estos seres quiere ver el reflejo gastado y acobardado de su alma.
Se podría hablar de sonido de sables cruzándose en la noche, de brillo de hojas afiladas, de trapecios sin red. Ellos en su miedo los tienen en la pesadilla constante que les supone ser descubiertos, o encontrarse con alguien que sin participar en su juego sabe del riesgo de desterrar poses y despojarse de todo para seguir su camino.



El reverendo Yorick

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