Sin la locura qué es el hombre
sino una bestia higiénica, un cadáver
postergado que procrea...
FERNANDO PESSOA
Definir la locura nos llevaría, obligatoriamente, a fijar los
límites de la normalidad. Difícil tarea, pues incluso importantes psiquiatras
no se atreven a decir qué es la locura. Sin embargo, no hace falta mucha osadía
para afirmar que determinadas personas sufren graves trastornos emocionales
producidos por traumas psíquicos o por carencias en las sustancias
neuromoduladoras que les hace sufrir enormemente tanto como a las personas
próximas a ellos. ¿Sería esto locura?
Hay otras pequeñas locuras, siempre entre comillas: ansiedad,
estrés, neurosis, depresión... casi siempre producidas por el tipo de sociedad
en que vivimos. Pero estas pequeñas locuras más que desviaciones de la
conducta, creo que nos constituyen, que conforman nuestras personalidades particulares
y únicas. A veces son episodios de nuestras vidas y otras están afincadas en
nuestros yoes, caracterzándonos. Incluso un cierto grado de locura es lo que ha
hecho posible que surjan obras de arte, si no, repasemos las biografías de los
genios históricos. Sin embargo, me siento más cómodo y alegre y tranquilo al
lado de un loco que cerca de un estúpido. Aquella nos ayuda a soportar y
mejorar Esto, mientras que la estupidez posibilita y fomenta y multiplica la
Realidad. Puede que algún loco haya ocasionado alguna catástrofe, pero sangre,
lo que se dice derramar sangre en cantidades industriales, sólo se lo debemos a
la omnipotente e inmarcesible estulticia. Sólo lo estúpido es terrible, la Aciaga Dama no descansa nunca. Ella es capaz
de instaurar una locura -ahora sin comillas- horripilante y estremecedora por
anodina, cotidiana y abyecta: la NORMOPATÍA, grave patología que por extendida
-la Mayoría- debería ser tenida en cuenta por los "gobernadores de
almas" desde sus cátedras. Es la
normopatía, hija legítima de la gilipollez, la que hace acudir a los
consultorios de los nuevos chamanes de la tribu a tantos y tantos miles de
personas que, de lo único que adolecen es de conspicua estolidez. Ni más...¡ni
menos!
EL BOBO DE KORIA
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