¡¡Rockeros, el que no esté colocado que se coloque…y al loro!!
-Frase pronunciada por Enrique Tierno Galván, alcalde de Madrid, durante las fiestas de la comunidad en el año 1984-
Es una frase inquietante, sobre todo, pronunciada por quién la pronunció. Depositar la confianza en un político, nunca dio buenos resultados, y en este caso tampoco iba a ser menos. El alcalde, escondido tras una táctica de acercamiento a la juventud, basada en su popularidad y plante ante el franquismo cuando enseñaba en la universidad de Madrid, se permitió lanzar una consigna demoledora que actuara como cortina de humo en los años posteriores al régimen franquista. Muchos, contagiados por la euforia de una sirena disfrazada de libertad creyeron haber llegado al final de un camino y lo que de verdad encontraron fue la trampa de una araña.
Doblegadas por 40 años de silencio y represión en las calles, estas se llenaron de gente que celebraban… ¿Qué celebraban que? Los estertores de un sistema político agonizante que supo mudar de piel amparados en unas consignas de cambio. Una zanahoria-trampa colocada ante el hocico de un burro que se deslizó veloz por la rampa de un tobogán, en cuyo recorrido fue muriendo su dignidad.
La transición española puede quedar en los anales de la historia como el mejor truco que los ilusionistas del poder desplegaran nunca en ninguna parte. Años empachados de una libertad prostituida que enfrentaba a padres con hijos, víctimas todos de un conflicto generacional aguzado por las instituciones. Años de estrategias comunicativas donde el futuro ya se vendía de saldo, donde misteriosamente la droga fluía sin dificultades, y el fantasma del sida se llevaba de la mano a los hijos del silencio, aquellos que estaban llamados a iniciar la última revolución, mientras tímidamente los que fueron enemigos se daban la mano en televisión, y entre todos hipotecaban el futuro de los ciudadanos.
La farsa política montada durante aquellos tiempos, pasados 200 años generará sin duda un mar de información soterrada, donde hasta el más insignificante símbolo adopte cuerpo de gigante, donde todos los males que generamos con aquel abandono se nombrarán sin miedos vestidos de coyunturas, donde cada uno confiese quién fue designado para dar el primer disparo en caso de haber fallado los cimientos de tan tremenda mentira. Hoy día, eso no es posible, a treinta años de aquel embuste solo tendríamos que rascar un poco en su superficie, lo suficiente para que los nombres de los herederos de quienes lo idearon aparezcan sin pudor, para que la perpetuación del árbol genealógico de la infamia se haga visible, para que la casta de los monarcas y gobernantes enseñen sus raíces enquistadas en la historia, donde nos siguen mostrando quien mandaba antes, y quien manda ahora, y quien claudicó entonces, y quien claudica ahora, sembrando los caminos con las tumbas de todos los nombres que tiene la vergüenza.
Idealizar entonces a todos los personajes que según su versión de los hechos se nos presenta como héroes de un periodo histórico plagado de manipulaciones y mentiras supone resbalar peligrosamente en la búsqueda de nuestro pasado, y aceptar que la historia tenga una sola forma de ser contada, como se preocupan diariamente de recordarnos. Personalmente no creo, que aquellas personas presentadas heroicamente fueran inocentes del complot del estado, dado su bagaje intelectual, que debiera haberlos librado del engaño, por el contrario eligieron participar de una ilusión que nos adocenara y nos condenara a una forma lineal de entender el mundo y la política, cerrando de golpe los postigos de las ventanas que podrían haber conducido a la libertad, la igualdad, y el entendimiento entre los pueblos del mundo.
Rafa Becerra
extraido del número 72 de la revista portavoz del Ateneo libertario Al Margen
1 comentario:
ME HA GUSTADO MUCHO. ME HACE RECORDAR AQUELLOS TIEMPOS, AQUELLOS POLVOS QUE NOS HAN TRAIDO ESTOS LODOS
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