los supervivientes

Comienza el día con imágenes reales, con personas reales. En un cervecería plagada de funcionarios de un edificio cercano, y también de tenderos del mercado central, dos supervivientes de la noche procedentes del cercano barrio chino.
Ante estas personas, todas las conversaciones intrascendentes del lugar dejan de tener importancia, toda la gente deja de tenerla. Ellos charlan, se sonrien y apuran sus copas de coñac. Son hermosos en su miseria, en la ignorancia que todos les profesan. Ella tiene un golpe en la cara que no parece importarle, la vida del superviviente talla a cuchillo cicatrices en el rostro. En el instante en que vuelvo mi vista al café humeante desaparecen, absorbidos por otro día de calendario calcado de ayer. Al salir del bar, en una plaza cercana más personas reales, más supervivientes: Aquellos que rebuscan en los contenedores montan cada mañana un mercado clandestino de despojos. Allí acudo en busca de libros, hoy estaba animado. Una liturgia hipnótica se muestra al visitante en la colocación de los objetos encontrados, manos sucias y arrugadas recolocan en los puestos sus tesoros en busca de un atractivo a los ojos de los viandantes. Se acaba la venta pronto, alguien avisa de la llegada de la policia, rapidamente a mi alrededor los puestos desaparecen dentro de improvisados hatos. Todos se dispersan a la carrera. Yo también me voy, la vista de fluorescentes municipales no me apetece.
Así camino hacia el trabajo, empachado con los colores del mercado, y con los rostros de los supervivientes rondando mi pensamiento.


Yorick.

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