RECORTA, PINTA Y COLOREA TU CIUDAD.

(Este título hace referencia a la revista FUERA DE, concretamente al nº 2 de la nueva época publicada en Valencia en la primavera del año 2000 Sirva esto de homenaje a una publicación fundamental en la construcción de este artículo)


Desde hace décadas, hemos podido observar un fenómeno en prácticamente todas las ciudades del país, y las que faltan no tardarán en sufrirlo. Diseñar el entramado urbano desde un punto de vista económico, convierte los centros históricos de las ciudades en presas y objetivos primordiales de los gobiernos municipales. Las tácticas empleadas, son diversas, pero todas pasan por provocar el abandono y el deterioro de estas zonas, con el fin de obligar a sus habitantes, o bien, a abandonarlo por si solos, o en el peor de los casos a obligarles mediante la expropiación o la amenaza de derribo.
Una vez conseguido este objetivo, la reconstrucción del lugar atiende principalmente a la instauración de zonas de comercio elitista, zonas de ocio, y zonas de turismo, que explotan la imagen más tópica de las ciudades, desmembrando completamente el tejido urbano que separa definitivamente términos como urbanizar y habitar: “El territorio urbano, no puede ser considerado meramente como un espacio “urbanizado”, construido, ordenado, sino que es sobre todo el uso social lo que le da razón de ser, lo que lo convierte en lugar” (Pedro A. Cantero)
Es la sociabilidad, como patrimonio inmaterial, la que da fundamento a una ciudad.

En este contexto de transformación urbana, y transformación social, nacieron en el país hace dos décadas, movimientos sociales cuyo objetivo era plantar cara a las políticas locales de remodelación urbana. Estos movimientos se convirtieron en un híbrido entre el activismo político, la organización comunitaria, y numerosos artistas. El fruto de tan heterogéneo combinado no paso desapercibido y se realizaron acciones conjuntas de todo tipo, con la finalidad de llamar la atención sobre el problema del barrio, o la despiadada política urbana municipal. Inspirados en experiencias europeas parecidas como en el caso de los ingleses: ¡RECLAIM THE STREETS! O de los franceses: NE PAS PLIER. Sus métodos y acciones concretas están destinadas a implicar al mayor número de personas posibles, para que en cada nueva convocatoria, manifestación o maniobra artística, la participación sea cada vez más numerosa, obligando, en el mejor de los casos a la municipalidad, a revisar sus planes de organismos, denunciarlos ante las justicia, o como poco ralentizar y entorpecer lo más posible la destrucción de un entorno y de barrios con vida propia, barrios que en la mayoría de los casos conservan un trazado medieval, poco apto para el trafico, y que sin las personas que lo habitaron, que nacieron y vivieron en ellos poco tienen que expresar.

Uno de los problemas principales que encuentran estas organizaciones, bajo mi punto de vista, es el tiempo. El tiempo trabaja en su contra. Los ayuntamientos parecen no tener prisa, y diez años de lucha contra el gobierno municipal pasan factura. Es difícil mantener la atención de la gente tanto tiempo, difícil encontrar personas que releven al cabo del tiempo a las que empezaron, y que empiezan a manifestar síntomas de fatiga o a estar quemados. A estos hechos, hay que añadir la desproporción informativa, pues mientras los ayuntamientos disponen de periódicos y televisiones locales los movimientos sociales no logran llegar a todas partes con tanta rapidez y eficacia, por otro lado el papel objetivo de la justicia en estos casos esta por ver, y en la mayoría de casos tras años de lucha, el plan propuesto por los gobiernos es llevado a cabo casi sin remodelación. ¿Cuál sería la estrategia de resistencia hoy en día? Muchos de estos grupos hacen balance negativo de su experiencia, quizás por utilizar el propio marco legal para llevar a cabo su lucha, o quizás por no haber conseguido del ciudadano de a pie una implicación total con el problema del urbanismo de su propia ciudad. Una falta de conocimiento, de arraigo, que nos haga entender que habitar, lleva consigo ligar y destrabar, urdir y enmarañar, ensuciar y limpiar, demoler, construir, hacer y deshacer, pero nunca despoblar, porque en ese despoblamiento se diluye nuestra memoria colectiva, en ese despoblamiento es donde debiéramos ser más conscientes de la brutalidad del capitalismo, que nos riega con su gran meada zarandeándonos de un lado a otro, mientras comprueba nuestra capacidad de aguante, nuestra docilidad, y nuestra aceptación de sus reglas, hasta en el asunto más nimio de nuestras vidas.

Como conclusión cabe decir que el camino abierto por estas organizaciones hace veinte años puede ser más fructífero de lo que fue hasta ahora, pero sin la experiencia de ellos, y sin la colaboración de todos, solo nos queda esperar, para ver como todas las ciudades son remodeladas, intervenidas y poseídas por planes de urbanismos y arquitecturas destinadas a convertir los barrios en lugares incompatibles con la vida. Sin la diversidad de los usos sociales que les daban sentido quedan como inmensos esqueletos convertidos en territorios baldíos.



el reverendo Yorick.

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