A modo de homenaje: Ramón J. Sender

La primera vez que leí a Ramón J. Sender, yo estudiaba segundo curso de formación profesional, debía tener 15 años, y la lectura, fue obligada por la enseñanza de literatura de aquel tiempo. De aquella enseñanza, solo recuerdo mi rechazo brutal a los autores españoles y latinoamericanos (por suerte para mí, con los años pude corregir tan tremendísimo error) El libro que me fue impuesto era: -Réquiem por un campesino español- No recuerdo aquella lectura como una tortura, como ocurría en otros casos, es más, en el consabido comentario de texto que acompañaba a la lectura, saque muy buena nota, cosa que era de apreciar, en unos años en que mis buenos resultados escolares menguaban considerablemente. Siempre me quedó un buen recuerdo de aquel libro, aunque a su autor no volví a leerle hasta muchos años después.

Pasados quince años y en una librería de saldo encontré un libro suyo: Epitalamio del Prieto Trinidad. Desde luego con semejante título ¿Quién no le echaría un vistazo? Leyendo las tapas recordaba al Papillón de Charriere, así que lo compré. En cuanto vi la portada, recordé el Réquiem, y mi comentario de texto. Lo compré, y empecé su lectura de inmediato, sorprendiéndome a cada página que pasaba, el autor se convirtió para mi en alguien que tenía cosas que decir, dotaba a sus personajes de pensamientos que parecían no corresponderles y empecé a entender que una experiencia vital grande se escondía tras el autor. A los pocos días volví a la librería, recuerdo que costaban los libros doscientas pesetas, poco a poco, en las siguientes semanas me llevé todos los que había, cinco o seis títulos: Nocturno de los 14, Relatos Fronterizos, Don Juan en la mancebía, Las criaturas saturnianas, etc. Me empapé de Sender, y cada vez me gustaba más. Unos meses después, leyendo las memorias de Haro Tecglen, había un apartado donde hablaba de Sender, le echaba la bronca literalmente, por el cambio de rumbo de su literatura después de su exilio tras la guerra civil. Tecglen me puso sobre la pista de los tres libros que el consideraba imprescindibles: Imán, Siete Domingos Rojos, Viaje a la aldea del crimen.
Me costo tiempo pero los conseguí, Imán, no fue difícil, porque había sido reeditado varias veces, pero con Siete Domingos Rojos la cosa cambiaba, desde su aparición allá por los años de la Republica no había vuelto a ser publicado en España, fue en Mexico donde se publicó, y de pura suerte, en una feria de libro antiguo y de ocasión dí con el. Viaje a la aldea del crimen fue reeditado hace pocos años y también cayó en mis manos.

De Sender he leído opiniones de todo tipo. En casi todos los casos siempre hay algo que achacarle. Yo también tengo mi opinión. Ramón J. Sender puede ser el autor que más me haya influido, he leído prácticamente la mitad de su obra, y siempre que algún libro suyo cae en mis manos, consigue sorprenderme, conmoverme, y acabar asintiendo sus reflexiones. Su sarcasmo y escepticismo son insuperables. Su imprescindible sentido del humor también. Nunca un libro suyo me dejó indiferente, mi deuda con él es infinita.
En el caso de Sender, leer los prólogos que se hacen a sus libros, o los estudios que hay sobre él se convierte en algo tedioso y tendencioso. Salvo la excepción de José Luís Castillo-Puche. De todos los demás, es mejor prescindir. Si alguien quiere acercarse al autor les recomiendo el prologo que él mismo escribió para su obra: Los cinco libros de Ariadna. De los demás que dicen, que quieren que les diga…

Hace unos años hablando con Paco Madrid, sobre Sender me decía: -el mejor libro que ha escrito es Réquiem por un campesino español- En aquel momento no le contesté, supongo que la ingesta de cerveza ya estaba rondando el límite de mi organismo, y no estuve rápido. La opinión, es la que se puede leer en cualquier párrafo de libro de texto de lo que antes era 8º de E.G.B. En absoluto estoy de acuerdo, y siempre me quedó la espina de terminar esa conversación, pues cuando me viene su frase a la cabeza, siempre pienso en alguien que no ha leído prácticamente nada del autor, y sin embargo no duda en sentenciar de un plumazo.
Escribo estas opiniones personales, a raiz de la lectura que me lleva estos días. La editorial Virus, tuvo a bien publicar una obra de Sender, que yo codiciaba hace años, y de cuya búsqueda me había dado casi por vencido. Se trata de O.P. Orden Público. Publicado originariamente en 1931, y desde entonces hasta ahora olvidado (también tienen en catálogo los Siete Domingos Rojos) No puedo evitar cuando me sumerjo en un libro de Ramón J. Sender la complacencia que me produce su lectura, el descubrir, intercalado en las frases o los pensamientos de los personajes a una persona comprometida con su tiempo y sus circunstancias, valiente y no falto de esa cabezonería ilergeta de la que se sentía tan orgulloso.

Una vez escribí un cuento, en el que juntaba a un buen y admirado amigo, capaz de sacar punta a un alfiler, a Ramón J. Sender, y a mi mismo como discipulo y admirado aprendiz de esos dos grandes genios. No salió nunca de las páginas de mi libreta, ni creo que lo haga. Queda solo como homenaje y respeto por todo lo que me han dado estos dos grandes hombres.


Rafael Becerra.

1 comentario:

Nicomoon dijo...

Muy chulo,de Nicomoon y nadine