la verdadera historia de David y Goliat

Érase una vez un planeta que era gobernado por hombres implacables. Estos colocaban a uno de ellos como presidente, mientras el resto actuaba en las sombras. De entre todos los presidentes de los distintos países, había uno que era el más poderoso. De alguna manera su país y los hombres implacables que le habían colocado como presidente gobernaban sobre los demás. Así este país poderoso, seguido por los siguientes más poderosos, y por aquellos que sin serlo aspiraban a ello, gobernaban el planeta.

Amparado por su poder, y con el consentimiento del resto de países, el presidente más poderoso y los hombres implacables que lo manejaban cometían abusos y tropelías en los países más pobres, o en aquel lugar de la tierra de donde pudieran sacar algún provecho. Sin que nadie de los más pobres pudiera hacer nada. Curiosamente estos países llamados pobres, no lo eran, disponían de recursos naturales de sobra, solo las condiciones impuestas y la imposibilidad de desarrollo y comercio los hacia pobres.

En nombre del bien internacional se inmiscuían en los asuntos de los demás, derrocaban gobiernos, provocaban guerras, justificaban bloqueos, expoliaban el planeta y lo contaminaban en nombre del progreso y la economía.

En unos de estos actos, entraron en guerra con el presidente de un país, al que ellos mismos habían ayudado a encaramarse en el poder años atrás. Por medio de burdas mentiras convencieron al mundo de que dicho país, tenía capacidad bélica capaz de provocar grandes desastres y destrucciones masivas. De este modo la población ya empobrecida sufrió una larga guerra, donde participaron todos los países cómplices del más poderoso.

Una vez derrocado el presidente maldito, los invasores camparon a sus anchas por aquel país, donde a pesar de haberse declarado el fin de la guerra, un conflicto soterrado permanecía. Los invasores colocaron un gobierno disfrazado de occidental y hablaban de sistemas democráticos y otras mentiras. Mientras, los habitantes de ese país sufrían la desesperanza de no ver nunca luz al final del túnel. La complicidad del resto de países con el más poderoso rozaba la demencia, pues una vez demostrado que no existía tal armamento bélico, el pequeño país permanecía invadido de unos sospechosos guías democráticos, que coartaban cualquier intento de volver a empezar de la población indígena.

Un día, el presidente mas poderoso del mundo, visito aquel país, en el declive de su mandato, y en un ejercicio de cinismo propio de un desalmado, se presento allí, ha hablar de reconstrucción y decir palabras vacías, que sonaban vacías en los oídos del pueblo machacado por la guerra, por los bloqueos y por la desgracia.
En uno de esos actos, concentrado ante un grupo de periodistas, el presidente más poderoso del mundo soltaba su discurso repetitivo, falso y soporífero.
Uno de los asistentes, periodista del país invadido, llevado por la rabia de tanta ignominia y en un impulso loco e impotente, se descalzo, y arrojo con furia sus zapatos sobre el soberbio presidente. Este los esquivó con facilidad.
Este acto, de no haber estado presente televisiones y periodistas, podría haberle costado la vida al periodista, no fue así, pero la venganza de la represión caerá sobre el.

Esta es la verdadera historia de David y Goliat. Cuando el más débil se enfrenta al más poderoso siempre pierde. Porque no hay ningún dios que desequilibre la balanza a favor de los desposeídos. Así es la historia de la humanidad, así ha sido siempre y así seguirá siendo.

En esta historia David se llama: Muntazer Al Zaidi, y su impotente gesto de rabia infinita, habla por si solo. Es el gesto de cada hombre y mujer de este planeta que se siente aplastado por la bota del invasor, del que llega a su casa a robar, a imponer y a destruir, sin tener en cuenta a los habitantes del lugar. Es la historia de todos los David abandonados de los dioses que habitan este mundo, y que seguirán perdiendo y arrojando zapatos a los gigantes implacables.


El reverendo Yorick

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