reflexiones apocalípticas

Llego el momento, se impone encerrarse en casa, desconectar el teléfono, desenchufar aparatos de televisión y radio y reunir a toda la familia en el salón. Llegados a este punto, entenderemos que ya nadie puede hacer nada por nosotros, que estamos abandonados, desvalidos, desprotegidos. Por primera vez en nuestra vida nos enfrentamos a la realidad. A partir de ahora, no volveremos a sentirnos protegidos por un engaño, a partir de ahora, todas las decisiones tomadas, afectaran directamente a nuestra supervivencia, para bien o para mal. Desde este momento, la sensación de invalidez, nos inundará de congoja. Dentro de diez minutos abriremos la puerta, y entraremos de lleno en la vida. Las prioridades son tantas, que uno no sabe por donde empezar, aunque como una luz roja, parpadea en nuestro cerebro dos palabras: comida y agua. Una primera respuesta mental, nos sitúa en la tienda de la esquina, como todos los días anteriores, era el suministrador principal de nuestros alimentos. Pero… esa opción ya no es posible, ahora, la realidad es buscar comida, no buscar dinero canjeable por comida. Sino, apañárnosla para conseguir alimentos, en suficiente cantidad para que nuestras necesidades fisiológicas sean atendidas. ¿Dónde se busca comida, en una ciudad cuyo final se pierde con creces tras el horizonte? En estos primeros días, respondiendo a la idea de un almacenamiento caótico, el problema puede estar resuelto, pero, y después, la semana que viene, el próximo mes. Todos los mercados y tiendas, quedarán pronto totalmente desabastecidos, puede que pronto, tampoco haya suministro eléctrico, y el agua deje de aparecer por los grifos. La única opción que tenemos es no dejarnos arrastrar por el pánico. Eso es lo que ocurre en la calle ahora mismo, el tumulto se oye claramente desde este 8 piso. Gritos, pitadas de coches, completamente atascados en la calle, sirenas… el fin. No serán días fáciles, los que vivamos a partir de ahora, nuestras posibilidades de sobrevivir, son pocas, y nuestra marcha lenta, lastrada por nuestras circunstancias, nuestra propia raza será nuestro peor enemigo, llevada por la desesperación, y pronto la ley del más fuerte tomará la calle.

Es fundamental, tomar una decisión. Y sobre todo, intentar adaptarnos lo más pronto posible, a esta nueva vida, el retroceso experimentado por nuestra existencia puede suponer una vuelta en el tiempo de cuatro, o cinco siglos, todos nuestros bienes dejarán de tener sentido. La muerte planea tan cercana, que más vale que nos vayamos preparando para lo que nos queda por ver. A partir de ahora, la realidad superará siempre a la ficción y cualquier atisbo de futuro deja de existir…………

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