"LA VARA DE MEDIR"

Hubo un hombre que fue, y que ya no es. Vivió el tiempo que pudo, el que le dejaron, o el que le toco. Las personas que lo conocieron lo recuerdan, seguro que constantemente. Lloran su pronta desaparición. La muerte tiene esas cosas, que nunca avisa, o casi nunca. A este hombre no le avisaron, y ya no es. Otro hombre lo atropello con un coche. Puede, que en estos sucesos tan terribles, las personas muestren lo que son verdaderamente, hablando siempre desde un punto de vista humano. Esto es, creyendo que a una situación tan terrible, no le corresponde otro gesto que el intento de reparar lo irreparable. En la vida de aquel hombre no ocurrió así. El infeliz que cometió el atropello, guiado por los sentimientos a los que habrá apelado durante toda su vida, en los que fue educado, y sabiendo que es arropado por toda la gente que lo rodea huyó del accidente, corriendo a las faldas de su mamá para que lo consolara en su pesadilla. El niño grande y caprichoso, que vive en la cima del mundo, negó la ayuda a un agonizante. Fue su decisión. No seré yo quien lo juzgue por ello. El homicida es un personaje público, un artista dicen, alguien que hace de sus movimientos en un escenario arte, dicen. Tiene un público enfebrecido que paga y llena teatros y escenarios para verlo. El dice que el flamenco le corre por las venas, que es su vida. Puede alguien que comete un accidente y huye hablar de vida. Sabrá ni de lejos lo que es eso.
Papá sistema se puso en marcha, moviendo los engranajes de la gran estafa llamada estado. Juzgo, condenó, y exhibido en todos sus medios encarceló al niño grande. La viuda del hombre que fue y que ya no es, también salió en los medios, estos, sabiendo perfectamente lo que hacían se encargaron de que la imagen del dolor se convirtiera en imagen de odio implacable, se ocuparon de arropar al niño grande, de convertirlo en una víctima disculpable, que aun así y dando ejemplo cumpliría su condena, para después de ello ser rehabilitado. Así ocurrió.
Estos días el niño grande ya está en la calle, convertido en ejemplo de inserción y de aceptación de las normas, el niño grande se exhibe orgulloso, con el olvido por bandera. Todos, absolutamente todos, los periódicos de papa estado le han dedicado unas líneas. Y no solo eso, la televisión, le dedica cinco minutos de telediario a su elegido, ejemplo de reinserción, que solo piensa en seguir puliendo su arte y en seguir llenando teatros y pabellones. Sale con su cara de bueno, de niño grande, con coches grandes, matones grandes, y grandes despropósitos.
En ninguna parte se nombra al hombre que fue y ya no es. Eso no importa. Lo importante es que papa estado tolerante, permite que los hijos que torcieron su camino se rehabiliten. Y nos lo muestra a bombo y platillo. La justicia es buena. Parece decir. Sin embargo, basta un segundo de atención para descubrir que todo es una gran mentira. Las cárceles permanecen atestadas de personas, que a papa estado no le gustan, son desgraciados, reincidentes, y lo único que entienden es la mano dura. Papa estado, ya no pega, no le hace falta, pues hay muchas formas de joder a un ser humano que está indefenso, a su merced. Las cárceles están llenas decía, sin temor me atrevo a decir que no hay culpables como tampoco hay inocentes. Hay víctimas, muchas. Hay muchas personas que son condenadas y que ven como esas condenas se eternizan, cumplen sus penas y aun así continúan en prisión. ¿Por qué? ¿No dicen las leyes que veinte años de condena? ¿Por qué entonces muchos no ven fin a sus días de encierro? ¿No es esto otra forma de tortura? Son un mundo oscuro las cárceles. Un mundo que nadie quiere conocer. Hay una aceptación de su existencia y muchos mandarían allí a su propia madre. Culpa-castigo. Culpa-castigo Culpa-castigo. Papa estado recrimina y castiga. Castiga al que piensa, al que se manifiesta, al que se rebela, a todo aquel que quiere salir de debajo de su bota asfixiante lo castiga, lo encierra y le jode la vida. Porque muchos ya no vuelven nunca a ser libres, porque son asesinados, vejados, olvidados y humillados tras esos muros coronados de alambres de espino.
Cuento todo esto, para demostrar que la vara de medir depende de quien la lleve en la mano. Hay un hombre que lleva muchos años preso, más de veinte. Su condena no termina. Sus peticiones de revisar su caso, se archivaban una y otra vez. La vida de un hombre en manos de la justicia. El hombre desesperado tomó una decisión terrible: una huelga de hambre indefinida, su lema:¡ LIBERTAD O MUERTE! Dan pavor estas palabras. Solo dos caminos y uno de ellos no está en tu mano. El hombre comenzó su huelga, día tras día, así hasta setenta y tres. A los setenta y tres días, y movilizaciones por todo el país, una escueta nota de instituciones penitenciarias decía que su caso sería revisado, para concederle el tercer grado. No salió en los telediarios, ni en los periódicos. Su gesto de valor, de dignidad, se queda para los que sabemos de él. Setenta y tres días de huelga de hambre, que a buen seguro pasará factura a su organismo. Y todo porque a papa sistema no le gustan los hombres como él. Vemos constantemente como banqueros que desfalcan dinero a espuertas, políticos corruptos, policías corruptos, gente de la nobleza, todos ellos, cuando son encarcelados reciben tratos de favor, son separados de los presos comunes y viven ajenos a la cárcel en la que están. Sus condenas son cortas y a su salida son rehabilitados rápidamente. Todo esto en nuestras propias narices, mientras esas personas que llaman presos comunes se marchitan en esas fábricas de olvidos. Hasta que alguien como el hombre de la huelga de hambre nos recuerda con su ejemplo que son seres humanos como nosotros, y que si consentimos un sistema carcelario como el actual, en cualquier momento, por cualquier cosa, podemos acabar allí.

El hombre que se vio obligado a elegir entre la libertad o la muerte se llama AMADEU CASELLAS.

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