Geografías y fronteras

Dicen los geógrafos que vivo en una península. La he recorrido varias veces, aunque hay muchos rincones donde aún no he estado. Hace unos días, en uno de esos viajes, estuve en un lugar de esa península en la que vivo que no conocía. Una barrera imaginaria llamada frontera me separaba de ella. Por lo demás, sigue siendo la misma tierra, la misma gente, los mismos trabajos, las mismas decepciones e incluso las mismas ilusiones.
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Pero hay un hecho real, a ambos lados de esa frontera imaginaria.

Nosotros ignoramos a los del otro lado, y ellos hacen lo mismo con nosotros. Por el contrario, no se percibe resentimiento, aparentemente, en ambos lados de una raya imaginaria. Uno es tratado con amabilidad, y las relaciones humanas se producen con naturalidad, sin que nada denote, la sutil anomalía que define dicha raya imaginaria. Si buscamos en la prensa diaria, en la televisión o en cualquier medio de información de los que disponemos observamos que raramente surge una noticia relacionada con el otro lado de la raya. Solo, cuando es algo extraordinario.
Ellos traducen sus textos a idiomas cuyos países de origen se encuentran como poco al resto de la península que compartimos de distancia.

Estos hechos dan para muchas preguntas.
La primera y obligada es, si nadie más se ha percatado de lo extraño de esta situación.
Y como es que las personas que viven a ambos lados de esa raya parecen haber perdido la curiosidad por lo foráneo, lo desconocido, lo de al lado…

Debe de haber una fuerza telúrica muy poderosa en esa raya imaginaria que se ve solo en los mapas. Como se explica sino, que imaginariamente pensemos que el océano atlántico baña las tierras extremeñas o salmantinas y al otro lado de la raya, imaginariamente también, piensen que viven en una isla.

¿Qué ocurriría si nuestra memoria fuera borrada, y con ella toda esa herencia de imperios y rivalidades? ¿Perdería su fuerza esa raya imaginaria que impide el movimiento y la comunicación entre los seres humanos?
Las respuestas no están en boca de ningún dios, ni tampoco escritas en el viento, están ahí, donde siempre, y donde todos sabemos…


Yorick

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