CORAZÓN QUE
RÍE, CORAZÓN QUE LLORA
MARYSE CONDÉ
11 febrero de 1937. POINTE-Á-PITRE. Guadalupe. (Región de ultramar
de Francia)
Después, Gitane la secaba con una
toalla, la enharinaba con polvos de
talco, lo mismo que si fuera a freírla a la romana, y la ayudaba a enfundarse
en un camisón de algodón bordado del tiempo de Maricastaña.
--
Solo deseaba una cosa: regresar al
vientre de mi madre y reencontrar así la felicidad que, al nacer, bien lo sabía,
había perdido para siempre.
--
Me había atrevido a llamar a su hija
cardo y retrasada. ¿Pero qué me creía, eh? Normal, viniendo de una familia que
iba por ahí como si su mierda no oliera, una familia de negros que se las daban
de blancos.
--
-¡Pues no es fea la negrita!
No era la palabra negrita lo que me
hacía daño. En aquel tiempo, era normal. Era el tono.
--
Alrededor, el paisaje empezó a cambiar.
Las colinas sacaron pecho.
--
No se perdía ni maitines, ni misa
cantada, ni vísperas, ni rosario, ni misa de difuntos, ni calvario, ni un solo
mes de María.
--
Acompañaba a Françoise a la Rue Danton,
a las tertulias intelectuales. Comunistas franceses y africanos debatían la
nueva ley sobre los territorios de ultramar, elaborada por Gaston Defferre.
--
Entendí muy rápido que más vale estar
sola que mala acompañada. Con mi soledad me veía todas las exposiciones de
Léonor Fini o de Bernard Buffet.
--
Aquella noche, sin darme cuenta, mi soledad
se separó de mí y se despidió. Me había acompañado fielmente durante más de dos
años. Ya no la necesitaba. Acababa de tropezarme con la vida, la vida de
verdad, con su cortejo de duelos, de fracasos, de inefables penas y de alegrías
siempre a destiempo.
--
EL
BOBO DE KORIA (RECOPILADOR)
No hay comentarios:
Publicar un comentario