He descubierto un
bar en el que el café, que tanto me gusta, cuesta 0.90 euros. Lo sirve un
cantonés. A mi hora encuentro el periódico sin estrenar. Pequeño gran rato del
día. Leer el mentidero mientras degusto con placer mi suave droga.
Hace
unos días reparé en un cliente asiduo que leía con gran interés. Desde mi mesa
veía la copa de barrejat * que, de
tanto en tanto, se llevaba a los labios, sin dejar la lectura.
Al día siguiente
y al otro, el ensimismado lector seguía en la misma mesa, acompañado de su
inseparable barrerjat. Decidí alargar
mi estancia en el bar y pedí otro café. Ahora estaba picado por la curiosidad
de saber qué leía nuestro hombre con tanta atención. Desde mi mesa no podía
alcanzar a ver qué atraía con tanta devoción su interés. Unas plantas
ornamentales me lo impedían.
El atento
camarero reponía el vaso del hombre cuando se le agotaba.
El veinteavo día
me propuse averiguar que leía el abstraído parroquiano. No iba a levantarme e
ir a su mesa descaradamente. Decidí dejar aun lado las noticias de mi diario y
de reojo, no perdí detalle de cada uno de sus movimientos. En mi tercer café y
su tercera copa de barrejat supe que
no se trataba de un libro porque el arco que describía su brazo al pasar las
hojas sólo podía deberse a un diario. En ese momento entró un conocido y le
saludó con un bozarrón: ¡Paaaaco, bon dia! Nuestro Paco, devolvió el saludo con
un gesto de la mano, sin apartar la vista de su lectura. Al poco, al pasar una
página, golpeó el vaso y la bebida se vertió sobre el suelo. Paco, no se
inmutó. El camarero corrió solícito a reponer el vaso y a limpiar la mancha del
suelo.
A estas alturas,
mis .sospechas acerca de la absorbente lectura de Paco se encamina hacia el
periódico Le Monde Diplomátique, contenedor de sesudos y extensos artículos.
También pienso que puede leer en forma de entregas, “Materialismo y
empirocriticismo” de Lenin, libro que en su día todos los rojillos llevábamos
bajo el sobaco y ninguno osamos leer. También podía tratarse de “Conversación
en la catedral” de Vargas Llosa, otro que tal. Aunque también llego a especular
sobre la posibilidad de que se trate del último betseller: “Rita, una vacaburra en el consistorio”, biografía de la
eterna y amada alcaldesa de mi ciudad.
Ahora, Paco ha sacado
una libretita y toma notas sin quitar el dedo señalador de la página que lee.
Por mi vida, me
digo, que he de averiguar de una maldita vez qué lee Paco. Quiero ser partícipe
de esos misteriosos textos que, a buen seguro, me enriquecerán. Como ávido lector
que soy, hace tiempo que ninguna lectura me absorbe tanto como a Paco la suya.
Han pasado tres
horas y le pido al cantonés –el camarero es chino cantonés, de Cantón, vamos-
un café, ahora descafeinado. Hoy estoy dispuesto a saber que lee Paco a cualquier
precio.
Nuestro hombre
lleva cuatro barrejats y, por fin, se levanta y se dirige a los servicios
trastabillando y bajándose la cremallera.
Esta es mi
ocasión, me digo. De cuatro zancadas me acerco a la mesa de Paco. ¡Por fin!
Alargo el pescuezo como los corredores en el sprint final y veo lo que
lee paco: ¡¡El As, no, no otro diario posible: el AS!!
(*) El barrejat es una bebida que se compone de media
parte de mistela y media parte de cazalla o brandy. Pronúnciese barrechat.
EL
BOBO DE KORIA
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