¿Les suena la frase del
título de este artículo? Seguro que la han visto, que posiblemente
la vean a diario, y puede que de tanto verla, se convierta en lo más
normal del mundo. Pero esa frase, que se ve cada vez con más
frecuencia en los locales destinados a la hostelería, encierra en si
misma un mensaje terrible. De una frialdad tremenda y dolorosa.
¿Que ocurre en realidad?
Para que alguien coloque ese cartel en su establecimiento.
¿Verdaderamente cree que la suciedad que se acumula en sus
servicios, se debe solo a las personas que solicitaban el uso de los
mismos, sin pasar por caja?
¿O la intención primera
del ideólogo de los carteles solo era una estrategia para obligar a
los necesitados de pasar al w.c. a consumir algo en su negocio?
Fuera cual fuera la
intención primera de los dichosos carteles, lo cierto es que su uso
se extiende como la pólvora. Entiendo que muchos que los utilizan en
sus locales, ni siquiera se han parado a pensar un momento, en las
consecuencias de ese inocente acto. Tiendo a pensarlo, sin atreverme
a preguntarlo, temblando porque la respuesta sea que sí, que lo han
pensado, y que son conscientes y responsables de la colocación de
los carteles, a sabiendas de que están instaurando una frontera en
la puerta, que solo traspasa quien tiene dinero. Que son consecuentes
que la colocación de esa “inocente” consigna, marca una sociedad
bastante estamentada ya desde el principio, que proponen una
diferenciación basada en el poder adquisitivo, y que en definitiva,
con ese gesto, colaboran a hacer la ciudad un lugar menos habitable,
más inhóspito y salvaje.
Hace años, conocí a un
hombre que me contó, una historia de su infancia. Decía que cuando
él era niño, y en la ciudad donde vivía, que era Madrid, el paso
a la Gran Vía los domingos, estaba vetado a los pobres. La calle era
un escaparate donde paseaban de arriba a abajo lo mejor de la ciudad,
donde se hacía ostentación de vestidos, trajes, mujeres, y anillos.
Todo ello bajo la mirada de guardias, que apostados por los
alrededores impedían el paso de cualquiera que no estuviera a la
altura del poder adquisitivo de los selectos viandantes.
El colmo de esta historia,
es que esa ideología de lo exclusivo, del pudiente, se traslade a
barrios históricamente humildes, que cualquiera que gestione un bar,
restaurante o tasca, se crea con categoría para seleccionar su
clientela, según su consumo o su ropa. Sin plantearse siquiera, que
estos pequeños actos, hacen que el mundo sea un sitio peor. Hubo un
tiempo, no muy lejano, en que existían servicios públicos, en todas
las ciudades. Estos desaparecieron, y parece ser que es la cosa más
normal del mundo. Pero, ¿Que hace aquel que se ve necesitado de
acudir a un servicio y no esta en su casa? Pues acudir a un
establecimiento de hostelería, previo paso por caja claro. Parece
ser que en la estación de Atocha, el uso de los servicios, también
es de pago, no tardarán en llegar otras estaciones. Otros lugares
públicos, donde se establezca un diezmo por el uso de los servicios.
La respuesta de la
población, no debería ser otra que desobedecer, orinar sin pudor,
en esquinas y rincones, y demostrar así su rechazo, a imposiciones
absurdas, que hacen que mear se pueda convertir en un acto de vida o
muerte si te pilla a veinte kilómetros de tu casa sin un chavo en la
faltriquera.
Yorick.
5 comentarios:
Tu que sabes.Tienes un negocio? Cuando viene un@ y se caga y te deja el servicio echo un asco,y sin consumir nada,tu tienes que ir a limpiar ,gastar tu dinero,tu tiempo(el agua no es gratis,la lejía no es gratis,tu tiempo no es gratis,el alquiler tampoco,los puro impuesto tampoco).Quiero verte a ti si hay 5-6 "clientes"de estos cada dia....Quería verte a ti......No hablas y no sabes....
Sabes porque en los lugares mas turisticos y centricos de las ciudades, todas las franquicias de comida rapida han puesto incluso un acceso con codigo cifrado? Yo tengo un local y si hay viene amablemente pues normalmente accedo. Que facil criticar sin saber lo que cuesta levantar un negocio
pon un bar frente a la playa y me cuentas...
que facil es hablar sin tener ni puta idea
Tengo una cafeteria frente a la playa.
Los baños son una pesadilla. Compresas, pañales, arena, mierda...
El problema no es dar un servicio de manera normal y dejar que pasen sin más, el problema es la falta de civismo y educación, que llamativamente corresponde a los que no son clientes... los clientes se cortan al menos porque te conocen.
Yo vendo café, no soy fontanero, a la quinta vez que quité un pañal del water, quieté tambien el canbiador, y ahora puse el cartel de solo para clientes.
Yo tengo un bar céntrico y estoy harto de ver gente entrar que no te dicen ni hola y cuando te das cuenta te han dejado el baño hecho un asco. Eso sí encierra un mensaje de una frialdad dolorosa
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