Hace unos días acudimos a
un centro social ocupado para asistir a unos actos de aniversario. Un
compañero me enseñaba la casa, y en una de las habitaciones había
una pequeña biblioteca, me interesé por ella, y uno de los
integrantes de la casa me dijo que había controversia sobre el modo
de organizarla. Le pregunte que cual era el problema, y me dijo que
unos querían hacer una biblioteca enfocada al mundo libertario, y
los demás querían una biblioteca de las de toda la vida. Me atreví
a sugerirle, pues intuí que esta persona era de la opinión de los
primeros, que la literatura universal no hacía daño en aquel sitio.
Con mirada asesina me contestó que para eso ya estaban las
bibliotecas públicas. -Sí- le contesté, las visito con
regularidad. Luego me gire, y el volvió a sus quehaceres, con lo que
dimos por terminada la conversación.
Pero al volver a casa,
estuve pensando en el asunto. En la ciudad donde vivo hay por lo
menos cinco bibliotecas cuyo enfoque se dirige al mundo social y
libertario. He de decir, que todas tienen prácticamente los mismos
libros y están plagadas de discursos aburridos y páginas y páginas
soporíferas.
En mi opinión, nadie debe
decirte lo que debes leer. Por lo tanto un sitio donde el pensamiento
este manipulado o dirigido, esta muy lejos de lo que sería una
biblioteca de temática libertaria. También me atrevería a afirmar,
que algunos entusiastas de estas diferenciaciones no son asiduos de
los libros, y la ligereza con la que puedan desestimar cualquier obra
sin haberla leído, puede colocarlos peligrosamente cercanos a una
supina ignorancia.
Este asunto parece una
consecuencia más del mundo acelerado y caótico en el que vivimos.
¿Acaso leer en si mismo no es un acto revolucionario? El criterio
para hacerlo también debe serlo. Una cosa es recomendar una lectura,
y otra bien diferente es imponerla tendenciosamente.
Desde aquí me gustaría
invitar a estas personas que se sumerjan por ellos mismos en el mundo
de las letras, que descubran a millones de personajes que hablan de
libertad y viven libremente en las historias que se cuentan en
millones de libros, en esas frases certeras que te hacen abrir los
ojos como platos, en esos actos que insensatamente se realizan en
nombre de la justicia y la libertad. Todos ellos están en los
libros. Pensando unos segundos podrían venirme a la cabeza cien
títulos de libros que me enseñaron más sobre la estética de la
resistencia que todos esos panfletos repletos de teorías y
tecnicismos.
Siento un amor profundo
por los libros. Ignorar lo que en ellos se dice creo que es un error
terrible. En cada época el mundo y la vida se entiende de forma
diferente. Hoy día este criterio parece no tenerse en cuenta, y de
esa forma se frivoliza sobre la historia y sobre el pensamiento del
pasado. Todas esas páginas contienen una enseñanza, tarea imposible
sería intentar abarcarlas todas, pues la paja también abunda. !Pero
que aventura! Sumergirse en una biblioteca y desentrañar sus
secretos. Conocer de primera mano a Max Estrella, al capitán Nemo, a
Gavroche, a Jean Valjean, a Pepe Garcés, a Ulrich, a Oskar, a Jean
Eyre, a Baudolino, a Cósimo, a los linyeras de caterva, al club de
la serpiente, a Cide Hamete Benengeli, a Oliver twist, etc etc.
Me gustaría que este
texto sirviera de reflexión y de invitación, que nos hiciera ver
que una visión global del mundo y de la historia son necesarios para
entender, para saber porqué y para qué se lucha, y que para que esa
visión sea posible, no podemos olvidar todas las enseñanzas que se
encuentran en los libros, si estas son mutiladas por inquisidores
modernos nos perdemos mucho, pues nunca llegaremos a entender en su
conjunto nuestra compleja existencia. Y asistiremos una vez más a
una quema de libros que ya fue vaticinada y narrada en El Quijote y
en Farenheit 451.
Yorick.
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