¿Qué es estar indignado?
Pues parece ser que es un estado de
incomodidad democrática. Es decir: Que los ciudadanos que votan y
mantienen un gobierno mediante ese sobre valorado gesto de depositar
papeletas en una urna, se mosquean, y pretenden mediante
concentraciones, manifestaciones, y asambleas, que sus representantes
les oigan.
Analizando estos hechos fríamente,
podemos sacar algunas conclusiones:
1.- Que este tipo de manifestación
ciudadana, esta a bocada al fracaso, siempre y cuando lo hagan como
hasta ahora, siguiendo el decálogo del buen demócrata al pie de la
letra.
Si en unas elecciones generales, sigue
habiendo un nivel elevado de participación, y los votos llevan
nombres y apellidos, se está entregando a los partidos políticos la
llave de nuestra gobernabilidad, que será estrechamente
sobre-seguida mediante leyes, decretos e imposiciones. Pasando la
opinión de los votantes, a un segundo, o último plano.
2.- Que si a sabiendas de todo esto,
los indignados continúan participando y siendo cómplices de este
sistema autoritario disfrazado de democracia, pecan de una gran
ingenuidad política. Pues de sobra es sabido, que de esa forma pocos
cambios se consiguen, y que los beneficiados de su indignación no
son otros que pequeños partidos, que mediante hábiles giros en sus
políticas, saben aprovecharse de una masa deseosa de sentirse
ciudadanos mediante sus tristes votos.
Una verdadera indignación tiene que
pasar necesariamente por una revolución.
Y las revoluciones, como bien enseña
la historia, no son cosa baladí. Si diéramos un paseo imaginario,
digamos, por los últimos cinco siglos, sería fácil, colocar a cada
uno su traje, con algún que otro matiz.
¿Tenía motivos para indignarse el
campesino sin tierra?
¿Los tenía el indio viendo a su
pueblo ultrajado y diezmado por el invasor?
¿Los niños acaso? Esos que trabajaban
18 horas diarias por un mendrugo de pan negro.
¿Que podrían haber hecho todos ellos?
¿Manifestarse?
¡No! En otros tiempos era todo o nada.
De esa forma tan extrema se consiguieron muchas cosas, principalmente
mejoras en las condiciones laborales, m,ejoras convertidas en
derechos, derechos regados con sangre, la de los obreros. Los
diferentes sistemas represivos empleados con ellos no lograron
callarlos. Sus manifestaciones masivas, sus huelgas salvajes, sus
cajas de resistencia, su solidaridad, permitieron aquellas mejoras.
Los indignados de hoy día quieren
cambios, quieren mejoras, quieren ser oídos.
A un año del nacimiento del
movimiento, éste, está cerca de su domesticación y su
desaparición.
El momento de replantearse las cosas ha
llegado, si pretenden ser oídos solo hay un camino.
El juego, tiene que terminar, o
sencillamente pasarán a ser un renglón en los libros de historia
que escribe el capitalismo, precisamente, en el capítulo donde
coloca sus trofeos de caza.
Yorick.
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