Ayer acudí como cada semana al jardín botánico, en busca, como siempre, de un escondrijo que me permita descansar, estar tranquilo, y de paso comerme el bocadillo que me hace de alimento cuando trabajo.
Pero no pude pasar. Un cartel bien grande atraía la vista de los visitantes antes de pasar por taquilla, en él se indica la nueva tarifa de precios para el año 2011, produciéndose un incremento en la entrada con respecto a años anteriores de un cien por cien, o lo que es lo mismo, antes costaba la entrada 1 euro, y ahora cuesta 2.
A los pocos que lean esto, les puede parecer nimio el que yo fije mi atención en tan poca cosa. Pero para mi, es bastante significativo semejante cargo, pues nos da una idea exacta de nuestro nivel de resignación social, que nos hace aceptar con indiferencia la carencia de la vida, que es absolutamente desproporcional con los niveles de los salarios más bajos.
Hace no muchos años, la subida de una o dos pesetas en el pan o en la leche, provocaba protestas masivas de ciudadanos, así como cuando la subida se aplicaba al butano o a la luz. Sin embargo, en nuestros días la indiferencia esta generalizada, con la consiguiente lectura obvia de que nuestros mandamases adinerados pueden seguir haciendo con nosotros lo que les plazca.
Verdaderamente ayer no fue un buen día, y el tema de la subida del precio del botánico tampoco ayudó, siendo como es, uno de los pocos refugios que quedan en esta ciudad. Refugio al que acudo, como decía antes, a desintoxicarme durante la hora de la comida.
Conozco bien sus recovecos, sus diferentes parterres, sus bancos más recónditos, sus amables y sociables gatos, que acuden generosos a hacer nuestra estancia más agradable.
Una de las pocas cosas que puedo agradecerle a un banco, fue que cuando me matriculé hace ocho años en el segundo año de universidad, uno de ellos había irrumpido en el campus, y a la hora de hacerme la matrícula tuve que crear una cuenta que nunca usé, lo bueno fue, que el carné de estudiante de ese año, formaba parte de la estrategia del banco, y asemejaba una tarjeta de crédito, con mi foto integrada, no ponía curso ni ningún dato más, así que llevo utilizándolo desde entonces como carné de estudiante. Ahora tendrá una utilidad más, el que yo pueda seguir disfrutando del jardín botánico al mismo precio que antes, que ya me parecía caro. No siento arrepentimiento ninguno al saber de las inconveniencias que pueda ocasionar mi pequeño fraude, es más, a partir de ahora mirare la forma de colarme por la puerta por la que entran los operarios y salen los desechos, intentando como siempre que mis pequeñas desobediencias me sigan ayudando a vivir.
el reverendo Yorick.
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