No vuelan, pero del mismo modo planean sobre ti, con paciencia infinita esperan que tus fuerzas te abandonen, aunque estos imitadores obligan al medio para conseguir su fin. No comen carroña, pero son carroñeros a la manera de que acaban contigo exprimiéndote hasta la aniquilación, sin que su fin sea acelerar tu descomposición como sus homónimos aéreos.
Al contrario que ellos no cubren su cuerpo con bellas plumas gigantes, sino que camuflan sus orondos kilos enfundándose trajes de la mejor calidad. Sus garras son tu necesidad, de ella depende que el agarre de su presa sea mayor o menor. No anidan en cárcavas ni buscan refugio en los roquedos, sino que habitan lujosos locales que saben vestir de diseño. Con cada moneda que tienes ganan treinta, pues a ellos te entregas sin elección. Con tus despojos alimentan a otros, que ya destacan en su lista de depredación.
Pero al igual que en plena naturaleza todo tiene un porqué, así si crece la población de conejos, las rapaces criarán más de un pollo, y si disminuye, un solitario chillido es el que se oirá en sus nidos.
En el caso de estos zopilotes urbanos, si aumenta el número de impagos y el número de pobres, ellos necesariamente disminuirán pues su propia falacia capitalista necesita de un ejercito de descerebrados consumistas, entonces:
¿Hasta donde llegará su avaricia?
El tiempo continua su andar infinito, ajeno a remedos, posiciones o imposiciones. Sin ninguna piedad borra aquellos rostros de los que alguna vez existieron ¿Creerán los zopilotes que alguna clase de suerte divina está con ellos?
Dicen los historiadores que las revoluciones solo son coyunturas predecibles... Puede ser, pero aquellos que caen degollados en ellas tienen mucho que perder
Puede que veamos caer muchos en los próximos años, la lista ya empezó hace unas semanas en Olot.
el reverendo Yorick.
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