trabajar

-Hijo mío, que no te falte el trabajo-
Este es un ejemplo de las frases que se suelen oír al cabo del día, cuando hablas con la gente. Hay otras variantes, pero en conclusión todas vienen a decir lo mismo.
Pero: ¿Qué significa en realidad ir a trabajar? ¿Qué beneficios obtenemos de ello?
Antes de que salga el Sol ya estamos de pie, preparados para entregar otra jornada de nuestra vida a alguien que nos paga por ello. Desde que llegas a tu puesto de trabajo tienes la sensación de que debes algo a alguien, siendo ese, como es, el peor error de los trabajadores. Pues quien te contrata lo hace porque te necesita, e intercambia tu capacidad de trabajo, y tu experiencia por un dinero establecido por el estado, obviando la plusvalía que genera tu trabajo diario. ¿Que quiere decir esto? Que todo el beneficio que se genera del conocimiento y esfuerzo de los trabajadores va a parar al empresario. ¿Entonces, porqué caemos en el error de hacerlos más fuertes de lo que son?
Decía Antonio Machado en su maravilloso libro: Juan de Mairena, que la sacralización del trabajo era un mal para el trabajador, que supone aceptar una sumisión inexistente, que un trabajo se rige por la firma de un contrato, y que esto significa que cambiamos nuestra fuerza y capacidad por una nómina monetaria. Y hasta ahí llega el asunto, que todo lo que hagamos de más es beneficio que no nos va a repercutir en forma alguna. Que con las horas que se pasan fuera de casa, lejos de la familia y entregando minutos a una empresa, estamos rindiendo nuestra propia vida, las horas robadas a nuestros hijos, a nuestras familias, o a nosotros mismos. Qué no somos responsables de la mala gestión empresarial de otros, ni de sus fracasos ni de sus mierdas.
Verse envuelto en esos humores pestilentes de quién nos paga es más que indignante.
En esta semana he visto lloriquear y quejarse de la crisis a tres pequeños empresarios. Tres pequeños empresarios que han ganado dinero abundantemente durante los años pasados. Que sin rendir cuentas ha nadie han preferido guardar ese dinero para su disfrute personal. Me parece muy bien. Yo se lo que firmo y lo que no firmo. Pero...Llegados los días en que el trabajo flojea, en que el nivel al que están acostrumbrados baja, y en que el lloriqueo se convierte en un asunto de estado, muchos aprovechan para esconderse tras ese lloriqueo, tras esa crisis, para ajustar cuentas con sus empleados. Para estirar lo inestirable, para sembrar incertidumbres, para demandar esa sacralización a la que se refiere Mairena.
Ahí es donde se demuestra la clase de cada uno, la falsedad de las sonrisas forzadas de la mañana, y el interés que verdaderamente demuestran por ti.
Quizás sea ya la hora de demostrarles lo que es la desafección. De ignorar sus conversaciones banales, de negar sus comidas de empresa, sus regalos de navidad, toda esa parafernalia ramplona con la que quieren compararase con nosotros. !NO! no hay conciliación ninguna ante quién abanica su título o su licencia de apertura en tus propias narices. Si jugamos a su manera, que no esperen de nosotros nada más que lo que estipula un maldito contrato que ya nos hace gotear horas de vida en el saco insaciable de sus malditos trabajos.

el reverendo Yorick.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

honesto examen de todo lo que obtaculiza

Kratos el dios de la guerra dijo...

Me gustaria saber como registrarme y poder escribir en el blog x q temas como la envidia y la puta mania de aparentar tambien deberian andar x aqui.

Kratos el dios de la guerra dijo...

Se me olvidaba muy buen documento tntarazon duele.