Se murió un amante de la palabra hablada, del silencio bien cortado con una conversación, con una canción. Alguien a quien cualquiera con un poco de amor por saber y estar hubiera querido conocer. Alguien que seguía creyendo que cambiar todo aun era posible.
Se murió una parte de algo que alguien llamó poesía social. Se murió alguien que no concebía ésta sin introducir la palabra libertad. Se murió uno más de los que dedicaron su vida ha hacer de este mundo un lugar mejor,cambiándolo desde la propia cotidianidad, esa que quiere siempre disfrazarnos los días de rutina. Se murió alguien integro. Alguien que sabía del gusto de acercarse al fuego en invierno, para escuchar historias, alguien que sabía que esas historias no tienen por que ser grandilocuentes ni tienen porque ser epopeyas, sino la misma existencia de cualquier persona que en su sencillez nos enseña cuantos caminos tiene la vida. Se murió alguien que sabía escuchar, que sabía algunas respuestas a algunas preguntas, que conquistaba cada día vivido, como tiene que ser. Se murió un maestro, no un maestro cualquiera, sino uno que sabía que la enseñanza y el aprendizaje no tiene nada que ver con textos escolares recortados y manipulados, sino que levantando un poco la capa de interés que cubre la enseñanza de la historia aparece la verdad, una verdad a la que hay que hacer frente con dolor a veces, y otras con orgullo.
Se murió José Antonio Labordeta, y nuestro deber es seguir recordando lo que nos enseño, seguir cantando por los caminos, y seguir creyendo en la hospitalidad de un mundo que a toda costa nos quiere desahuciar.
Yorick.
2 comentarios:
a la mierda hombre!!!!
Por desgracia, éste está siendo un año en el que, por desgracia, las esquelas mortuorias no son de los que me gustaría, sino de los importantes. De los que nos han hecho ver mejor y vivir mejor y sentir mejor
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