de terremotos y semanas santas...

Hay mañanas en las que la vergüenza me ahoga. En las que las caras sonrientes de falsedad me saturan. Esos malditos televisores y sus malditas declamaciones. Allá donde vaya los encuentro.
Hace tiempo conocí a un hombre con el que trabaje dos años en una carpintería de aluminio. Nos fuimos de allí casi al mismo tiempo, yo al paro, y el a montar su propio negocio, un bar. Hablando muchas veces le dije que no pusiera televisión en su bar. Que ya teníamos bastante, se lo decía por el rechazo que siempre me supuso las televisiones en los bares. Cuando entras en uno, y están todas las personas pendientes de ellas, da igual lo que pongan, un partido, publicidad, o el noticiero que toque en ese momento.
La imagen de varias personas mirando hacia la televisión, ausente de lo que ocurre a su alrededor, ajena a la vida que los rodea se me hace insoportable.
Mi amigo me dijo que era imposible, que tenia que ponerla, que la gente la pedía. Ya lo sabía. Al igual que sabia que repetir una mentira mil veces la convierte en verdad, como hacen en la televisión, apoyados por la prensa y la radio.

Antes de ayer hubo un terremoto en el centro de Italia, nadie sabe cuantas personas hay sepultadas bajo los escombros, enterrados en el propio piso que muchos no habrán podido ni pagar, enterrados en sus hipotecas. Me consta que hay muchas personas a las que en una situación como esa, cada segundo les duele, les duele porque saben que cada segundo que pasa, es un segundo menos de vida para el que permanece sepultado y vivo aun bajo un desecho arquitectónico. Por el contrario, también me consta que hay personas que respiran aliviados de que no les haya tocado a ellos, y ponen tierra de por medio, con el objetivo de olvidar rápidamente lo sucedido y volver a su tranquila cotidianeidad.
La televisión y la prensa los presenta como héroes, a los segundos digo.
La noticia repetitiva estos días y que me ahoga de vergüenza es la que con una sonrisa de jesuita, falsa y venenosa a la vez los presentadores de telediarios se congratulan en dar: los estudiantes españoles que había en Italia de Erasmus ya están en casa. Les entrevistan en el aeropuerto, donde dicen que a trescientos metros de sus casas había muerto gente, dicen que ya están repuestos y que no piensan volver. Es muy respetable, pero lo que no lo es tanto, es que esos medios de comunicación se empeñen en convertir a los cobardes en héroes, que por el echo de salir corriendo de un lugar donde sus manos son necesarias e imprescindibles, huyendo de ayudar a alguien que los necesita, nuestra televisión y nuestra prensa nos los muestre, como ejemplo de lo que quieren que hagamos todos, salir corriendo y volver a la protección de ‘papa-estado’ Sin saber que un terremoto no entiende de países, que lo mismo mañana ocurre aquí, ¿Qué diríamos al ver que todas las personas extranjeras que viven, trabajan, estudian o veranean, salen pitando, diciendo que no piensan volver, mientras los llamamos por un agujero de nuestra vivienda sepultura? ¿Qué nuestro vecino sale corriendo a casa de su abuela en la sierra, diciendo que solo piensa en olvidar y dando gracias de que no le haya tocado a el?

Por eso me ahoga la vergüenza. Por tanta cobardía, por tanta ignominia, por tanta infamia. ¿En que nos hemos convertido? ¿No se han dado cuenta? Detrás de cada uno de nosotros va un ser invisible portando una palangana con agua. Para que llegado el momento podamos lavar nuestra conciencia de cobardía, de indiferencia, de crueldad…y quedar limpios e impolutos otra vez… ¡que asco de humanidad!


el reverendo Yorick

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