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Soy un hombre viejo. Muy
viejo. Llevo aquí demasiado tiempo. Me sorprendo a menudo de haber
vivido tantos años. He visto mucho, demasiado, nadie debería ver
tanto, es como un castigo que alguien te impone: ver y recordarlo
durante toda tu vida.
He visto mujeres hermosas
con la feminidad extirpada, disfrazadas de soldados mientras
empuñaban un fusil con el que me apuntaban. No me dispararon, pero
una de ellas me partió una ceja de un culatazo.
He visto caer palabras
marchitas de las bocas de los condenados, como hojas secas de
árboles, minutos antes de ser fusilados ante una pared.
He visto el desierto más
salvaje y más solitario, en el que perdí mis pasos, y donde un Sol
implacable me exprimía hasta las entrañas. Lloré de impotencia y
rabia, y el beberme mis propias lágrimas salvó mi vida.
He visto a la vida abrirse
paso en medio de un bombardeo. Una mujer daba a luz mientras a su
alrededor una montaña de muertos destrozados engrosaban las colas
del olvido.
He conocido el odio, la
venganza, la mentira, la sinrazón...Y cuando mi mano sujetaba la
cuchilla que abriría mis venas, conocí la ternura, el amor, la
belleza, el éxtasis de la contemplación. La extraña balanza de la
vida, una vez más, llenaba sus platillos con equidad.
He visto los ojos del
verdugo momentos antes de la ejecución, y en la vacuidad de los
mismos atisbé el fin del mundo.
He visto demasiado.
Podría seguir narrando
toda la noche, mientras el insomnio me atenaza, pero sería inútil.
Todos tenemos ojos, todos podemos ver y recordar, y sin embargo...
El olvido voluntario
alimenta nuestra destrucción, y a mí solo me queda cerrar los ojos
y ser tragado por el tiempo, para ver la insignificancia de mi
desaparición, en el sino final de todas las criaturas.
el reverendo Yorick.
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