Gloria Fuertes

¿Suicida?

Le hacían mucho daño los conflictos,
la lista de muertos le enfermaban.
Las pequeñas insidias que veía
le lanzaban al pozo del insomnio.
Le estaba grande el mundo,
le sobraba.
Recibía regalos mortales de los compañeros,
de los amigos palabras venenosas,
risas, que casi no eran.
Le fuimos suicidando poco a poco,
y era buena persona.

G.F.


¿De Gloria Fuertes que queda?
Poco más que una parodia de televisión...
¿Poco más?
Os diré lo que queda:
Queda su palabra, quedan sus versos, queda su dolor.
Queda la imagen de una mujer que de tanto pensar se quedo sola. Una soledad grande como una montaña, que luchaba por engullirla, por reducirla a la nada.
 Fue ella, que no dejo que ocurriera, que cada día, ante el filo de la ventana, elegía la risa, que la libraba de su enemigo y la alejaba del vacío.

Aceptó las burlas y el consentimiento de una sociedad estúpida, enseñada a mirar por encima del hombro de los demás.
 Fueron los niños su refugio, los que con su aplastante lógica, ajena a la de los mayores, tendieron un puente a su corazón. En ellos y para ellos, retorcía los renglones de las libretas, consentía amaneceres nuevos, convencida de que sus palabras calarían hondo.
Aquellos niños, condenados a ser un calco de sus educadores, engullían sus versos cargados de dolor escondido. Como payaso, Gloria hacía reír  Pero como guerrero, lanzaba flechas entre las risas, flechas que buscaban corazones dispuestos a no rendirse ante la bestia.
¿Quién puede juzgar si hubo o no hubo acierto?
Muchos no están, rindieron su inocencia antes de hacerse mayor, pero otros, los menos, aguantaron, blindaron su corazón, y escondidos, buscaban tiempos de risas y amor. Algunos incluso nos atrevimos a recoger la pluma del suelo, la que temblaba entre los dedos y se moría por soltar su tinta en vírgenes hojas blancas.
Fue ella, sin duda, quien lo provocó. En blanco y negro leían en televisión, ante niños encandilados por los focos y sus versos. Los malos no lo sabían, pero nada horadaba más sus cimientos, como la imagen ridícula de una mujer leyendo poesía a sus cachorros. La soberbia no sabe reconocer sus males. Y ella lo sabía. Como muchos otros, encontró un camino por donde pisar fuerte y sólido, un camino que permanece abierto, ajeno a las modernas autopistas. Ahí, cuentan los pasos, uno tras otro, al ritmo del que camina persiguiendo un fin, ahí, en la soledad, en el desprecio, se hace uno fuerte, y se convencen todos para seguir adelante.

Eso queda de Gloria Fuertes, el camino tortuoso plagado de versos que fue su vida. Una vereda abierta en la jungla, que invita siempre al caminante a sumergirse en la selva, con el alivio de saber, que alguien antes que él, ya pasó por allí.



el reverendo Yorick.























1 comentario:

Anónimo dijo...

SEGURO QUE LE HA GUSTADO TANTO A GLORIA COMO A MÍ Y A LOS QUE LO LEAN.