el fin del mundo


Retrocedamos algunos milenios, por entonces, normalmente, cuando llegaba una fecha redonda se solía vaticinar el fin del mundo. Lógicamente, la peña se cagaba de miedo, y los inventores de religiones y sectas varias, solían hacer caja. los fenómenos meteorológicos, atmosféricos, o los ocurridos más allá de nuestras fronteras planetarias, también se convertían en importantes aliados para los que por entonces manejaban el monopolio del miedo colectivo.

Hoy día, la cosa ha cambiado bastante, se siguen vaticinando finales para el mundo, o llegamos a fechas ya fijadas hace siglos o milenios para tan señalado momento, lo que pasa, es que quitando a los cuatro santurrones de cada lugar, todo el mundo se lo toma a cachondeo.
Estos días, nos acercamos  a otra de esas fechas fatídicas: el 21 de diciembre. Anunciada por los Mayas hace una barbaridad de años. Y aquí estamos, tan tranquilos. Ya nadie se rasga las vestiduras, se arranca los cabellos, o hace sangrantes penitencias, para llegar ante su dios en posición ventajosa. Lo normal es que se monten campañas publicitarias, se repongan películas apocalípticas en la tele, o se organicen fiestas para los supervivientes, en caso de fallar la profecía.
A veces pienso, que es una lástima que no fuera cierta alguna de estas profecías, la cara que se la iba a quedar a más de uno, yo pagaría por verla. Porque está claro, que esto tendrá que acabarse alguna vez, aunque sinceramente dudo mucho de las capacidades adivinatorias de mis vecinos terrestres.
Desde luego, no me negarán que sería un momento para vivirlo, ocurriera como ocurriera, nuestra alma, bien en el paraíso, o bien en el infierno que le tocara, fardaría bastante diciendo: "Yo estuve allí" Sin duda sería la envidia del lugar.

De todas las veces que he oído en mi vida la llegada del fin del mundo, la que recuerdo con más cariño, aunque no se anunciara exactamente como fin del mundo, fue la caída a la Tierra del Skylab, un satélite abandonado que entraría en la atmósfera terrestre, provocando con su caída una catástrofe.
Verán, mi padre compraba "El Caso" y recuerdo aquel número como si hubiera salido ayer. Un dibujo en su portada representaba a unos pobres humanos corriendo, mientras en el cielo enormes trozos metálicos se precipitaban sobre las ciudades. Al final, claro, todo quedo en nada, pero recuerdo lo bien que lo pasamos el día señalado. Mi hermano y yo, teníamos a toda la chiquillería de la calle acojonada mirando hacía el cielo toda la mañana. De vez en cuando gritábamos: ¡Allí! ¡Allí! Señalando hacía arriba y saliendo pitando calle abajo. Los más pequeños acababan llorando cada vez, asustados de presenciar el fin del mundo, que una vez más quedo en decepción, pues los pedazos del Skylab se desintegraron, o como siempre cayeron una parte en el mar, y otra, la más grande, en los bolsillos de los dueños de aquellos tremebundos periódicos.

el reverendo Yorick.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hombre el fin del mundo no creo que se de porque no lo ha patrocinado ni Coca-Cola ni El Corte Inglés, pero un pequeño gran fin del mundo de los que nos roban, expolian y saquean, estaría muy bien. Me apunto