el sobrecillo de azucar

Una frase nos puede cambiar el día, o la vida. Así de claro debieron verlo aquellos que tuvieron una idea semejante. Encomendados a la siempre difícil tarea de educarnos, una serie de personas idearon un método sencillo, barato, y que prácticamente llegaría a todo el mundo. me refiero a los sobrecillos de azúcar que se reparten en cualquier bar. Una frase, debieron pensar, que puesta al azar en manos del ciudadano le aportara una luz de conocimiento y reflexión acompañado de un café. Así la frase del sobrecillo de azúcar y los periódicos gratuitos se convierten a diario en fuente de conocimiento e información para los ciudadanos, que no dudan en exponer su preparación informativa y su bagaje intelectual a la menor ocasión. Aunque como es de suponer en todas estas cuestiones siempre hay algún "pero"...o varios.
Las frases escogidas para rellenar tan menguados espacios suelen acaparar diversos campos de conocimiento, empezando por el refranero, que tiene cabida de punta a punta y siguiendo con la enciclopedia de frases célebres al completo. Lo peor viene cuando las fuentes se agotan, y alguien se dedica a inventarselas, o en el peor de los casos a sacarlas de contexto y desvirtuarlas completamente de la idea con que fueron escritas. Lo que les vale, es hacer constar el nombre de algún escritor, político, actor, deportista o lo que sea, la condición indispensable es que sea famoso y le suene a alguien.
Esta mañana, el azar puso en mi platillo de café un sobrecillo particular, pues la frase que venía impresa sin auditoría conocida parecía haber sido escrita por cualquiera de esas personas que muestran durante toda su vida una mediocridad aplastante de comportamiento y pensamiento. Frase muy ladina por cierto, y no exenta de sabiduría, o sea que quien la escribió tenía claro su devenir por la vida, sabiendo en cada momento cual era la línea a seguir para no ser salpicado ni de lejos por los problemas de los demás, o por cualquier asunto relativo al mundo, decía así (cito de memoria pues perdí el preciado sobrecillo)

El verdadero sabio es aquel que sabe sobre que asuntos debe permanecer ignorante

Ya se debió quedar a gusto el colega...
Por mi parte, ignorando a este energúmeno recuerdo con cariño un sobrecillo de azúcar que me pusieron en Oporto en una ocasión, en él se decía que recordáramos que en el proceso de fabricación de ese azúcar y su embalaje habían intervenido unas 200 personas. Un homenaje sencillo y hermoso a unas personas que dedican su tiempo ha hacer la vida de los demás un poco más dulce.

Saude.

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