sobre los salvadores de almas


Me pregunto quien sería el primer charlatán, que ante las preguntas y miedos de sus congéneres, sobre la muerte, o sobre cualquier fenómeno inexplicable, se autodoctoró en explicar mediante mentiras todo lo que sus convecinos querían saber. Es fácil imaginarselos vestidos con la piel de algún animal poderoso, hablando en una lengua arcana y con tono grave e intimidatorio dirigirse a sus asustados paisanos. Y él, consciente de lo que podría hacer con el poder que le proporcionará ese miedo colectivo, sonriente y satisfecho de la estupidez de su pueblo.
De una forma u otra, ese es el origen de las religiones. A partir de ese punto todos los pueblos del mundo desarrollaron una cosmogonía adaptada a sus necesidades. Solo en muy contados casos, estas invenciones se han usado, con el único fin de contar historias alrededor del fuego. En el resto del mundo, el resultado ya lo conocen.
Paralelamente a la historia y el desarrollo de los asuntos religiosos de más calado, existe otra dimensión donde conviven adivinos y curanderos de todas las pieles. Cretinos investidos de maestros, doctores y magos con unos nombres y curriculums de lo más pintoresco, dotados de una cara dura que sería difícil de rayar aun intentándolo con un diamante, poco más o menos igual que sus colegas cristianos, musulmanes o de cualquier otra tradición religiosa. Embaucadores y mentirosos que con una baraja de cartas llenan el corazón de unos desgraciados de esperanzas mientra por otro lado vacían sus bolsillos. Como si de pitonisas de feria se tratara, se proveen de una parafernalia barata, donde se mezclan con el orden caótico de un anticuario, vírgenes, budas y bolas de cristal, acompañados de los chillones colores de amuletos de plástico importados de oriente. Inventores de una liturgia tan ridícula como la de cualquier religión se afanan en captar desgraciados que con sus actos desesperados nos demuestran que seguimos colocando la fe en lugares equivocados...

El reverendo Yorick.


(Los recortes de la foto fueron recogidos en Valencia fortuitamente de los parabrisas de los coches en el transcurso de una semana...)

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