LA HIJA EXTRANJERA


LA HIJA EXTRANJERA
NAJAT  EL HACHMI

2 junio de 1979. NADOR. Marruecos
        
         No seré para vosotros.
         Desde ahora seré para mí.
         Para mí o para quien me quiera,
         pero no para ninguno de los que me
         queréis sesgada, escindida.
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         Lo peor de todo es que soy incapaz de decir gracias a Dios, ¿gracias por qué? ¿Quién es Dios? ¿Dónde está ¿Cómo sabéis que existe? ¿No veis que todo eso es un gran invento de las personas que desde hace siglos intentan 1) encontrar un sentido a su existencia, y 2) dominaros a vosotras, pobres ilusas analfabetas, y dominar a todo el que tenga una pizca de miedo a la vida, vamos, a todo el mundo?
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         ¿Placer? Ni siquiera sé decir esa palabra en la lengua de mi madre. Ni siquiera sé si existe en la lengua de mi madre. NI placer, ni deleite, ni éxtasis, ni nada. Y aún menos orgasmo.
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         Una mujer debe tener oro, cuanto más mejor El oro es un valor seguro, es lo único que puede salvarte de la más absoluta miseria si el  día de mañana te ves sin nada .Sin nada quiere decir sin marido, repudiada o viuda.
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         Ella me querría rellena, gorda, con la cara redonda como la luna (para mí, como un pan de payés). Esa es la frase que utilizaba casi siempre cuando ve a una chica que le gusta, que le parece guapa: una cara redonda como la luna, unos enormes ojos negros y unas cejas largas y espesas, una cara muy blanca y llena.
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         El anís ,en cambio, se extiende por todo mi cuerpo con su aroma suave pero persistente. Incluso el imperceptible olor del sésamo tostado y molido me llega y me hace salivar. Todo me hace salivar, todo me excita, casi soy capaz de tener un orgasmo con eos aromas. Una exageración, por supuesto. Muchas veces me pregunto si puede quer que tenga histeria sensorial.
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         Si necesitaban una gota de sangre, una sola, para demostrar mi honorabilidad, yo les daría un rio de sangre. Empecé a controlarme los ciclos y, cuando nos llegó la carta para el reagrupamiento con mi primo marido, fijé la fecha de la boda para que coincidiera con los días de la regla. No era una solución perfecta, porque con la regla siempre quedaría alguna sospecha (dicen que la sangre del himen y la de la regla no son iguales), pero es preferible vivir bajo sospecha que arriesgarse a la que la prueba salga negativa y la tela amanezca siendo aún de un blanco inmaculado.
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         Me pregunto siente lo mismo que yo, que es absurdo que, sin saber nada el uno del otro, nos estemos casando; aunque me imagino que para él será lo más normal del mundo.
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         Lo miró a él, miro a mi madre: a mí no me importa lo que digan, el problema lo tienen los demás, no me voy a poner el pañuelo. Nunca.
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         La principal diferencia entre las mujeres que se acostumbran al destino que les ha tocado vivir, que se sienten cómodas en su vida matrimonial y no protestan si no es en voz baja con sus amigas, y yo, es que ellas no han leído y yo sí…
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         Te dejo, madre, un hijo en prenda. No puedo dejarte la mar, que aquí, en nuestra ciudad de la Plana, no tenemos; si acaso, podría dejarte el frío y la niebla que se aferran a nuestros pasos durante los nueve meses de invierno y el bochorno insoportable de los tres meses de infierno. Te dejo un hijo, que te hará más compañía.
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EL BOBO DE KORIA (RECOPILADOR)


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