Frankesteis o el moderno prometeo

Siempre me negué a comprar el libro de Mary Shelley, hasta que no encontrara una edición en la que constara su título al completo: Frankestein o el moderno prometeo. 
Hoy lo encontré, en una tienda de segundamano, bien usado, y casi troceado, como el ser que se oculta en sus páginas. Curiosamente es la misma edición que leí durante una noche de guardia cuando hacía la mili. Vuelve a mis manos pues, el monstruo indestructible, que nos delata ante el espejo.
La criatura creada para preguntar ¿Porqué? y así enfrentarnos a la soledad de una respuesta nacida ya insatisfecha. La inocencia que no soportamos nos persigue en la noche, se hace pesadilla...se aleja, y se acerca.... nos alcanza y con ella el terror conjurado de nuestro propio fracaso. 

Así cada vez que estamos solos, el miedo, que disfrazamos de cualquier cosa llega, en un lugar oscuro: el bosque, un parking, una casa, nuestra casa, imaginamos monstruos, seres marginales y excluidos que persiguen nuestra normalidad con el propósito de arrebatárnosla de manera terrorífica...Como niños caemos en el embrujo, y creemos ver, cosas y seres creados por nuestra imaginación, solo con un propósito, solo con una intención: Que no seamos capaces de ver la miseria en la que estamos envueltos.

Yorick.

Rodriguez...al encerado!


Hasta hace pocos años, en cualquier colegio, instituto o institución educativa, lo normal era dirigirse a los alumnos por sus apellidos. Hasta los más pequeños pasaban por este sistema que parecía creado para anular y convencer a los niños y niñas de que la vida iba en serio. De que aquí se les trataba como a personas adultas, responsables de sus actos, serias y entregadas a sus obligaciones. Una prueba, sin duda, de que la educación y los años pasados bajo su yugo, se entendían como una forma de domesticación y control. No quiero decir con esto de que hoy día, el objetivo no sea el mismo, con matices diferentes, desde luego.

Lo que me interesa comentar aquí, es el asunto de los apellidos. Yo lo sufrí desde luego, y creo que se libraron muy pocos, normalmente, te contagiabas de esa costumbre, y cuando estabas con tus amigos, seguías nombrándolos con su apellido elegido, solo, si el mismo pertenecía a los más comunes, y su nombre tenía buen enganche, se les llamaba por estos: Santi, Javi, etc. Estas personas solían apellidarse, García, Ruíz, o González.
Tuvieron que pasar años, para que mis amigos empezaran tímidamente a llamarme por mi nombre. Siempre me fastidió, desde niño, hacer uso de estas fórmulas dominantes. De alguna forma me chirriaban las palabras cada vez que nombraba a mis mejores amigos por apellidos insulsos, que nada tenían que ver con el mundo de los niños. Si te pones a pensar en ello, puedes llegar a la conclusión de que te arrebataron algo, de que había una intromisión en nuestro mundo infantil, Un tufillo perverso, que emanaba de aquellos seres amargados, que se vengaban de sus frustraciones en la piel de los niños. Nunca tuve aprecio por aquellos supuestos educadores, por sus desvelos falsos, y por sus ridículos disfraces de personajillos importantes.
A los niños no se les engaña fácilmente, y estos, son especialistas en descubrir la mentira, y cuando torpemente se la disfraza con sonrisas fingidas o forzadas más aun.
Muy pocos de aquellos maestros, se ganaron un lugar amable en mi recuerdo. La mayoría se cuece en un infierno imaginario, donde deposito la basura, y donde como en un círculo del infierno de “la divina comedia” se freirán eternamente.

El reverendo Yorick.


Poema para Roque Dalton

Si tu cara está tan rota como dices
tus manos aplastadas
y tu pecho lleno de agujeros

!Que joda haberte conocido!
saber de tus letras vírgenes
a través de secretarios obscenos
de mercaderes celestiales
y arrepentidos corporativos

tus bellas ideas hubieran llegado
como el olor de la selva tras la lluvia
o los gritos silenciosos de los fusilados en las cunetas

no temas el olvido
no temas la rendición
no temas al silencio
porque estos
nunca serán totales