¿REVOLUCIÓN O REACCIÓN?



¿Revolución o reacción?
Introducción del libro: 
Impresiones de un viaje por España en tiempos de revolución. De Elías Reclús 

Cuando los cañones de la fragata acorazada Tetuan[1] atronaron los aires de la Bahía de Cádiz, Europa se estremeció. Era el 17 de septiembre de 1868, cuando la flota anclada en aquella bahía al mando del general Topete se pronunció contra la monarquía borbónica.
A partir de este momento los hechos se precipitaron. Una parte del ejército se puso decididamente al lado de los conjurados que tomaron varias ciudades, en otras la indecisión de algunos militares y las escasas fuerzas civiles armadas dieron al traste con la insurrección como ocurrió en Santander y otras ciudades españolas.
Pero los tres partidos coaligados, unionistas, progresistas y demócratas, tenían en esta ocasión todos los triunfos en la mano. La incertidumbre de los primeros días acabó de modo fulminante en la denominada batalla del puente de Alcolea, que más bien fue una escaramuza. Tras el triunfo de los conjurados la monarquía isabelina se hundió definitivamente y los últimos partidarios de la misma cruzaron la frontera por los Pirineos.
Paralelamente a estos hechos se constituyeron juntas revolucionarias en todas las capitales y pueblos del país formadas generalmente por integrantes de los tres partidos que habían intervenido en la revolución: unionistas, progresistas y demócratas. Elegidas primeramente por aclamación, serían más tarde confirmadas por sufragio universal. Sus programas fueron tomados generalmente de los que se dotaron las juntas de Madrid y Sevilla. Eran estos programas de un gran alcance revolucionario: sufragio universal, libertad de cultos, de enseñanza, de reunión y asociación pacíficas, la de imprenta sin legislación especial, la descentralización administrativa, la seguridad individual e inviolabilidad del domicilio y de la correspondencia, la abolición de la pena de muerte, la inamovilidad judicial, el juicio por jurados en lo criminal y la unidad de fuero en la administración de justicia.
Los generales vencedores en Alcolea o impulsores del grito de guerra ¡Viva la libertad! que dio comienzo a la revolución entrarán en Madrid con sus respectivos símbolos para recordar a quien lo hubiese olvidado que el triunfo de la revolución, así como su comienzo, había sido obra exclusivamente militar y por tanto en ese terreno se medirían las desavenencias que traspasaran determinados límites.
El día 3 de octubre entró triunfalmente en la capital española el general Serrano, el cual fue encargado por la junta de formar un gobierno provisional bajo su presidencia.[2]
Con la constitución del gobierno, en el que no fue incluido ni un solo demócrata, se abrió una etapa dual que no podía durar mucho tiempo, ya que las juntas continuaron su labor reformista, entorpeciendo -a juicio de los gobernantes- su labor.
A ello se sumó la ruptura por parte de los republicanos del pacto tácito que se había establecido sobre la forma de gobierno. Efectivamente el día 11 de octubre se reunieron en el circo Price de Madrid un nutrido grupo de demócratas con el fin de discutir la viabilidad de establecer en aquellos momentos la República. El resultado sólo podía ser la ruptura entre las facciones demócratas: aquellos que como Cristino Martos abogaban por la accidentalidad de las formas de gobierno o quienes como Estanislao Figueras se pronunciaban resueltamente contra la monarquía.
Al final se concluyó: "Queda acordado que la República Federal es la forma de gobierno que adopta la democracia española". Lo cual quedó refrendado en otra reunión que tuvo lugar el día 18.
La dualidad de poderes pronto se resolvió con la orden de disolución de las juntas que, asombrosamente, se fueron disolviendo casi sin ofrecer resistencia. Desde ese momento las manos del gobierno estaban libres para trabajar en provecho propio. Lógicamente, Rivero, que había acepado disolver la junta de Madrid y aconsejar a las demás a hacer lo propio, fue tildado de traidor por sus correligionarios. Pero la traición de Rivero, si así se puede calificar su gesto, no paró aquí. El 12 de noviembre, junto con otros demócratas, aceptaba redactar un manifiesto por el que una fracción de este partido aceptaba circunstancialmente la forma de gobierno monárquica.
La suerte estaba echada. Ya sólo quedaba al gobierno desarmar a la milicia popular y acabar de atar los últimos cabos que aún quedaban sueltos. Circunstancias fortuitas hicieron que el desarme en Puerto de Santa María desencadenase una insurrección republicana que en un primer momento el gobierno intentó presentar como un intento de restauración borbónica, lo cual le permitió aplastarla sin demasiados problemas. Unas semanas más tarde haría lo propio en Málaga.
La confianza de la mayor parte de los republicanos se centró en el resultado de las votaciones que debían celebrarse. En un primer lugar las municipales, que como ocurriría siempre en momentos críticos fueron ganadas por los republicanos en las principales ciudades, lo cual creó una cierta expectativa de triunfo en las constitucionales que fueron convocadas para principios de enero. Sin embargo, estas perspectivas se vieron frustradas en cierto modo y los republicanos debieron conformarse con obtener una minoría representativa.

Los ecos del fragor

El estallido revolucionario despertó grandes expectativas en todos los medios de información europeos. Un enjambre de periodistas, observadores y aventureros de toda laya se dieron cita en España. Algunos de los medios de información daban cuenta de la venida de este o aquel periodista. El Telégrafo, diario barcelonés, anunció la llegada de Mr. Serland, redactor de Siècle[3], así como también la de J.K. Trebois, redactor de La Tribuna que le acompañaba[4]. Algunos días más tarde este mismo periódico anunciaba la llegada de León Mechnikoff[5], emigrado ruso, corresponsal de un periódico de San Petersburgo[6] y Lucien Combay, corresponsal del Temps y de la Ilustration "al objeto de estudiar la revolución que acaba de verificarse en España, por el interés que inspira a los extranjeros. Se proponen recorrer las principales capitales de España".[7]

Casi al mismo tiempo que en España triunfaba la revolución, el segundo Congreso de la Liga de la Paz y la Libertad se reunía en Berna del 21 al 25 de septiembre de 1868[8], la minoría socialista encabezada por Bakunin presentó desde la primera sesión una dura batalla a la fracción moderada. Entre los delegados al congreso pertenecientes a esta minoría, se encontraba Eliseo Reclus, amigo personal de Bakunin.[9]  
Ante el desarrollo del Congreso, inclinado cada vez más hacia posiciones conservadoras, la minoría socialista del mismo anunció el último día de las sesiones (25), su retirada de la Liga, con la siguiente declaración:
“Considerando que la mayoría de los miembros del Congreso de la Liga de la Paz y la Libertad se ha pronunciado explícita y apasionadamente contra la igualación económica y social de las clases y de los individuos, y que todo programa y toda acción política que no tengan por objetivo la realización de este principio no podría ser aceptado por los demócratas socialistas, es decir, por los amigos conscientes y lógicos de la paz y la libertad, los abajo firmantes creen que es su deber separarse de la Liga”[10]
Entre los firmantes se encontraba, además de otros muchos, Aristide Rey[11] y también Eliseo Reclus. A renglón seguido fue fundada la Alianza Internacional de la Democracia Socialista (AIDS); aunque no tenemos medios de saberlo es muy probable que los ecos de la revolución española hubieran despertado ya el interés de Bakunin y decidiera en aquella reunión enviar un emisario para entrar en contacto con los trabajadores españoles.
Al parecer la búsqueda no fue sencilla. Eliseo Reclus rehusó categóricamente el ofrecimiento que se le hizo[12]; también rehusó Tucci[13], el siguiente en quien pensó Bakunin. Al final la elección recayó en Fanelli que aceptó.[14]
Pero la idea de dirigirse a España para observar de cerca los acontecimientos cruzó por la mente de muchísimos revolucionarios de diferentes tendencias. Arístide Rey se preparó para cruzar los pirineos provisto de un manifiesto firmado por el grupo de la Internacional parisina, el grupo republicano rojo y por el grupo de los librepensadores.
También Elías Reclus había decidido viajar a España para ver los acontecimientos de cerca y escribir sobre ellos[15], a tal efecto le mandó unas líneas a su hermano Eliseo pidiéndole consejo. La respuesta de éste fue cauta; según sus impresiones, la revolución estaba llegando a un callejón sin salida y la reacción había ya empezado a sacar las uñas. Por otro lado, el desconocimiento del idioma junto a la desconfianza de los españoles por todo lo que llegara de allende los Pirineos, suponía un obstáculo no desdeñable que sólo habría paliado el hipotético encuentro con Garrido, amigo de ambos, pero del que no habían oído hablar desde hacía tiempo.[16]
Sea como fuere, Elías Reclus tomó la determinación de venir a España y enterado de los deseos de Bakunin de enviar a alguien allí le escribió seguramente ofreciéndose a servir de mensajero[17]. Desgraciadamente ignoramos la respuesta de Bakunin, pero a la vista de los acontecimientos posteriores no debía confiar demasiado en una acción secundaria, aunque tampoco la desdeñaría completamente.[18]
De todos modos se había decidido que todos ellos, Elías, Aristide y Fanelli[19] se reunirían en Barcelona en la pensión Italia de la calle Boquería[20]. Elías Reclus llegó alrededor del 26 de octubre a Barcelona[21] y desde ese mismo día comenzó a tomar notas de sus impresiones que inmediatamente, elaboradas en forma de artículo, mandaba a París por correo a través de su hermano Eliseo para la revista La Revue Politique, cuya primera entrega apareció en el número del 7 de noviembre.[22]
El interés de estas crónicas reside sobre todo en el hecho de ser un relato de unos acontecimientos vividos muy de cerca en los primeros meses de la revolución, es decir, cuando nadie sabía qué podía suceder y todo era posible. El hecho de que Elías fuese amigo personal de notables republicanos, especialmente de Fernando Garrido, le posibilitó contar con información de primera mano y en cierto modo privilegiada.
A pesar del tiempo transcurrido conservan toda su frescura y podemos seguir a través de ellas el giro imperceptible que los acontecimientos van tomando hacia la consolidación de un régimen conservador, cuya diferencia con el anterior habría que buscarla más en el despertar del movimiento obrero que en el movimiento político mismo, en el que los republicanos, como fuerza revolucionaria, no se mostraron a la altura de los acontecimientos y fueron en todo momento a remolque de los mismos.
Los obstáculos a que aludía su hermano Eliseo -si existieron- fueron salvados con relativa facilidad y poco después de su llegada había establecido ya contacto con los exponentes republicanos de la ciudad Condal, Tutau entre otros, el cual jugó un papel destacado en los primeros días de la revolución.
La estancia de Reclus en España se prolongó durante algunos meses sin que podamos saber a ciencia cierta el momento preciso de su regreso a París. La última fecha anotada en su cuaderno de notas es del 10 de marzo de 1869; sin embargo existe una carta enviada a su esposa, sin fecha, pero que el recopilador de la correspondencia data de enero de 1869 (erróneamente se apunta 1868), en la cual asegura que regresaría el 16 ó 17 de ese mes. Según las notas de su diario, estuvo presente en la apertura de las Cortes constituyentes que tuvieron lugar el 11 de febrero, por tanto es absolutamente imposible que hubiera regresado el mes anterior. O bien la carta no está bien datada -que es lo más probable- o bien retrasó su regreso por algún imprevisto que lo retuvo todavía dos meses más en nuestro país. Pues lo cierto es que el regreso de Reclus a Francia se produjo después del 10 de marzo.

Los republicanos y el movimiento obrero

Debido a sus especiales características geográficas y a su evolución histórica, la Península Ibérica es un territorio idóneo para desarrollar las ventajas políticas que proporciona el federalismo. Por ello, la centralización política y administrativa, inaugurada por los reyes católicos, dio inicio a una serie de tensiones entre el centro y la periferia - tensiones que ya se habían producido anteriormente en diversas ocasiones- que se fueron agudizando a través de los siglos. Portugal recobró su independencia en 1640 al mismo tiempo que Cataluña fue derrotada; algunos años más tarde -a principios del siglo XVII- el resultado de la llamada guerra de sucesión, en la que Cataluña y Levante se enfrentaron a la dinastía borbónica que salió triunfante, fue la pérdida de todos sus privilegios y el sometimiento al absolutismo centralista borbónico. El problema parecía resuelto, pero tan sólo se había logrado sepultarlo bajo un montón de cadáveres.
Tras la Revolución francesa, nuevas ideas políticas se abrirían paso poco a poco y entre ellas la idea federalista que cobró fuerza a mediados del siglo XIX. Efectivamente, en 1849 de la tendencia política progresista se desgajó un núcleo importante que fundó el partido demócrata[23], el cual con el correr de los años se identificaría con la república, ya que todos sus miembros -al menos en la teoría- eran furibundos antimonárquicos.
Pero prácticamente desde el inicio el partido se dividiría en dos tendencias claramente diferenciadas y que originarían serías polémicas entre los partidarios de las mismas; por un lado los individualistas y por otro los llamados socialistas. Ambas tendencias podrían identificarse respectivamente con el centralismo y la república federal. Como es lógico, las tendencias federalistas se situaban mayoritariamente en la periferia del país que además incluía algunas de las zonas más industrializadas de la península, especialmente Cataluña.
No obstante, el desarrollo del movimiento republicano en España fue muy desigual y, sobre todo, ambiguo. El papel que los republicanos jugaron en el sexenio democrático es una muestra clara de lo que sería su posterior evolución; mientras una fracción deseaba la instauración revolucionaria de la república, otros lo fiaban todo al resultado electoral, lo cual conduciría siempre necesariamente a un fracaso político completo.
La Primera república, instaurada el 11 de febrero de 1873, lo fue por el agotamiento de los candidatos idóneos al trono español y su inercia política, lastrada por el temor de sus dirigentes a una posible desestabilización del país, daría lugar a la insurrección cantonalista que acabaría ahogada en sangre. La propia república acabaría dramáticamente cuando el general Pavía, a lomos de su brioso caballo, invadiría la sala del congreso, humillando a sus señorías y mandándolas a casa de vacaciones.
Mucho más trágicamente -como todo el mundo sabe- acabaría la segunda república, y casi exactamente por los mismos motivos.
También las relaciones del movimiento obrero con el republicanismo se vieron mediatizadas por esa particular ambigüedad. Salvo honrosas excepciones, los republicanos sólo veían en el movimiento obrero una cantera electoral, pero también un posible foco de desestabilización política y social. La decisión de los republicanos, tras el abatimiento de la monarquía borbónica en 1868, de dejar en suspenso la cuestión social hasta el triunfo definitivo de la república, lo que equivalía a dejarla en suspenso indefinidamente, es una clara muestra de su talante hacia las clases populares.
En estas circunstancias no resulta nada extraño que el movimiento obrero se fuera paulatinamente alejando de la política, que en nada le había beneficiado hasta entonces, y adoptara actitudes abstencionistas cada vez más acusadas. Por ello, cuando Fanelli llegó a España, se encontró con un terreno ya suficientemente abonado para su propaganda internacionalista y especialmente en lo que respecta a la consigna de la Internacional: “La emancipación de los trabajadores ha de ser obra de los trabajadores mismos”. El anarquismo -propiamente hablando debería decir bakuninismo o colectivismo- recogió estos presupuestos y los desarrolló, lo cual le permitió ser la única fuerza política que defendió los intereses del proletariado durante prácticamente todo el último tercio del siglo XIX.
Así pues, el anarquismo en España llevó las ideas de autonomía y federalismo hasta sus últimas consecuencias, realizando la tarea que el republicanismo se mostró incapaz de llevar a término y, aunque Elías Reclus fue en todo momento consciente de las contradicciones del republicanismo español y de su falta de audacia para encarar frontalmente los problemas políticos, criticó la actuación de Fanelli en España, porque desde su punto de vista traicionaba la confianza que los republicanos españoles habían puesto en él, haciendo propaganda antirrepublicana a sus espaldas. Este hecho motivó la ruptura definitiva entre ambos.[24]

Los misterios del manuscrito

Esta antología de los escritos de Reclus sobre la revolución de septiembre la he dispuesto del modo siguiente:
1º.- Como cuerpo principal he trascrito las notas que Elías comenzó a tomar desde el mismo momento de su llegada a Barcelona y que continuó escribiendo hasta su regreso a París. Este manuscrito fue publicado por partes en La Revista Blanca de Barcelona, traducido por Eusebio Carbó[25] a principios de los años 30[26]. Ignoro como llegó este manuscrito a las manos de la familia Urales, propietaria de la citada revista. Una hipótesis bastante verosímil hace pensar en Max Nettlau como posible intermediario en uno de sus diversos viajes a Barcelona hospedado por aquellos. En cualquier caso mis investigaciones en torno al paradero actual de dicho manuscrito han resultado infructuosas. Por ello me ha sido imposible revisar la traducción realizada por Carbó y corregir debidamente los errores observados. He tratado de subsanarlos en la medida de lo posible ayudado por los artículos que el revolucionario francés realizó apoyándose en sus notas, pero he respetado escrupulosamente la traducción de Carbó. He añadido las notas que he creído pertinentes para la mejor comprensión del texto del manuscrito; por tanto -salvo indicación en contra- las notas a pie de página son responsabilidad exclusiva mía. De otro lado, el manuscrito, tal como fue publicado por La Revista Blanca, no estaba divido en capítulos, pero he creído conveniente poner un título a cada una de sus partes, recogiendo los que Reclus asignó a sus artículos y añadiendo otros que ilustrasen su contenido.
2º.- En apéndice he incluido la traducción de los artículos que Reclus escribió para la revista parisina La Revue Politique. A pesar de que al estar basados en el cuaderno de notas algunos de ellos repiten las ideas expuestas en aquél, me ha parecido, sin embargo, interesante incluirlos porque se observa una mayor elaboración y selección del material que podía interesar al público francés.
3º.- Por último he creído conveniente añadir en el apéndice algunos documentos de extraordinaria importancia en los acontecimientos relatados por Elías Reclus.

Conviene señalar, no obstante, que existen, además de los inconvenientes ya señalados, algunas paradojas en este manuscrito. La primera y quizá la más importante es que Elías Reclus no nos relata todos los recorridos que hizo en compañía de su amigo Garrido, aunque quizá esto se deba a que no quería abusar de las notas que iba tomando[27]. Lo cierto es que a través de la correspondencia de su hermano Eliseo nos enteramos con sorpresa de que también participó en una asamblea en Sabadell[28]. Por otro lado, era lógico que Garrido, además de hacer una gira por las tierras de Gerona, lo hiciera también por las poblaciones fabriles de Barcelona donde se concentraba la mayor parte de la clase trabajadora, la potencial cantera electoral de los republicanos. Otra curiosidad del manuscrito, aunque reviste menos importancia, estriba en el hecho de que no cite a sus acompañantes de otras latitudes por su nombre, ni a su amigo el periodista ruso, ni a Fanelli, ni siquiera a su amigo de peripecias Arístide Rey. ¿Por seguridad? Probablemente.
Una última cosa a resaltar: todos los que vinieron a España a observar de cerca los acontecimientos de la denominada “gloriosa revolución de septiembre” escribieron sobre los mismos, pero ninguno de estos escritos ha sido rescatado del olvido y estoy convencido que, al igual que el escrito de Reclus, algunos de ellos deben de tener gran importancia histórica, especialmente el de Arístide Rey.

Antes de finalizar debo hacer notar que ya hubo, al menos, un intento anterior de publicar el cuaderno de notas trascrito a través de La Revista Blanca[29]. Sin embargo mis esfuerzos por tratar de entrar en contacto con la historiadora Clara Lida para averiguar si todavía pensaba en su publicación resultaron infructuosos. Por ello, y estando convencido de la importancia objetiva de este material, es por lo que me he decidido finalmente a darlo a la luz.
Sin embargo, mi esfuerzo aislado no hubiera alcanzado el fin deseado sin la desinteresada ayuda de un montón de amigos. En primer lugar mi compañera Carmen Rius que tuvo la paciencia de transcribir el manuscrito, después mi amigo Quim Sirera que se prestó gustoso a corregir la traducción de los artículos. Deseo también agradecer la valiosa colaboración de mi gran amigo José Manuel Alcaide que me facilitó algunas notas de su querida Valencia que tan bien conoce, así como la del doctor José Martí Boscá que buscó afanosamente datos que yo le solicitaba, lo mismo que Rafa Maestre. Mi queridísimo amigo Miguel Ángel Carmona, El Bole, puso a mi completa disposición su casa y su biblioteca con su natural generosidad. A mis compañeros del Ateneo Libertario Al Margen que tuvieron que soportar mis constantes demandas de auxilio y seguramente me dejo en el tintero otros buenos amigos que aún sin saberlo me prestaron su ayuda. Este trabajo les pertenece tanto como a mí en su vertiente positiva. Las responsabilidades de la vertiente contraria las asumo en solitario sin vergüenza.

         Paco Madrid



[1] Según Reclus, éste fue el navío que disparó el primer cañonazo contra las defensas de Cádiz, pero según otras versiones quien hizo ese primer disparo fue la fragata Zaragoza.
[2] La composición del gobierno provisional por decisión de Serrano, que ostentaba la jefatura del mismo, fue: Ministro de la Guerra, Juan Prim, marqués de los Castillejos; Estado, Juan Álvarez de Lorenzana; Gracia y Justicia, Antonio Romero Ortiz; Marina, Juan Topete; Hacienda, Laureano Figuerola; Gobernación, Práxedes Mateo Sagasta; Fomento, Manuel Ruiz Zorrilla; Ultramar, Adelardo López de Ayala. (Cfr. Fernández Almagro, Melchor (1968), volumen I, p. 23 y también, Roure, Conrad (1927), volumen III, pp. 135-136).
[3] "Se halla en esta ciudad el apreciable periodista francés Mr. Serland, redactor del "Siècle" y corresponsal de varias otras publicaciones del vecino imperio. El objeto de su llegada tiene relación con el estudio que quieren hacer nuestros vecinos del movimiento revolucionario verificado en España." (10 octubre 1868).
[4] (12 octubre 1868).
[5] Este periodista era amigo personal de Elías Reclus y seguramente es a él a quien se refiere en su diario aunque sin nombrarlo.
[6] Era redactor de La Gaceta de San Petersburgo, cfr. Lida, Clara E. (1970), p. 59.
[7] (18 octubre 1868).
[8] La Liga de la Paz y la Libertad fue fundada en Suiza por un grupo de republicanos y liberales (Víctor Hugo y Garibaldi, entre otros muchos). Bakunin participó en sus trabajos hasta su retirada en el segundo congreso.
[9] En una larga carta a su hermano Elías, sin fecha, pero escrita algunos días después de finalizado el congreso, Eliseo le transmitía sus impresiones personales sobre el desarrollo de las sesiones, en las cuales participó activamente, Correspondance d'Elisée Reclus (1911-1925), I, 279-287.
[10] Guillaume, James (1985), I, 75
[11] Arístide Rey (1834-1901)
Fue expulsado para siempre de la universidad de París, por haber asistido y tomado la palabra, como estudiante de medicina, en el congreso internacional de estudiantes que tuvo lugar en Lieja a finales de octubre de 1865. Como firmante del manifiesto de la minoría socialista, en el segundo congreso de la Paz y la Libertad, fue considerado por Bakunin como miembro fundador de la Alianza. Acudió a España en compañía de Elías Reclus para hacer propaganda republicana y una vez allí escribió sus apreciaciones de la revolución para el periódico La Democratie de París. Acabó siendo diputado oportunista.
[12] En la carta a su hermano sin fecha, pero con toda probabilidad de octubre de 1868 le anunciaba que Bakunin deseaba que fuese él, pero había rechazado el ofrecimiento, Correspondance d'Elisée Reclus (1911-1925), I, 294
[13] Alberto Tucci
Abogado. En 1866 entró a formar parte de la Alianza secreta fundada por Bakunin en Nápoles y desde entonces estuvo siempre muy cercano al revolucionario ruso. Junto con Malatesta formó parte de la Federación obrera napolitana y fue el principal redactor del periódico La Campana.
[14] Carta citada.
[15] Aunque no podemos asegurarlo categóricamente, con toda probabilidad su objetivo era ejercer de corresponsal de la revista "La Revue Politique" de París que había comenzado a publicarse en junio de ese mismo año, seguramente por indicación expresa de su director. De ese mismo parecer es el compilador de la Correspondance d'Elisée Reclus (1911-1925), I, 192, nota 1, el cual afirma que "Elías quería ver de cerca los acontecimientos para su periódico y realizar una cierta propaganda republicana”.
[16] Correspondance d'Elisée Reclus (1911-1925), I, 282-283.
[17] Esta carta la mandó a través de su hermano Eliseo, véase, Correspondance d'Elisée Reclus (1911-1925), I, 294. Es muy posible que también Aristide Rey hiciera el mismo ofrecimiento.
[18] Según Lida, Clara E. (1970), p. 58, tanto Elías Reclus como Aristide Rey serían miembros de la Alianza secreta y enviados especiales de Bakunin, lo cual tiene poco sentido. Cita esta misma autora a Alfred Naquet, "otro asociado de Bakunin" que también vino a España para actuar como agente de la revolución. Poco menos que considera a todos los que vinieron como emisarios especiales de Bakunin.
[19] Nettlau, Max (19773), pp. 21-25, reproduce con todo lujo de detalles las peripecias de Fanelli antes de rendir viaje a España.
[20] Posteriormente hubo cambio de planes, ya que dicha pensión no existía desde hacía algún tiempo.
[21] Se ignora si iba ya acompañado de Arístide o bien éste se reunió con él en la ciudad, al igual que lo hizo Fanelli algunos días más tarde
[22] Los artículos de Reclus fueron publicados en La Revue Politique en forma de correspondencias desde España por Elías Reclus. El primero está fechado el 1 noviembre 1868 y el último que Nettlau conoció está fechado en Alora el 6 de diciembre y apunta que quizá escribiera otros en 1869, cfr.  Nettlau, Max (19773), pp. 24-25. Efectivamente escribió dos artículos más, que sepamos, fechados respectivamente el 26 diciembre 1868 y el 4 enero 1869.
[23] Para un análisis detallado de este partido y sus antecedentes y posterior evolución, véase, Eiras Roel, Antonio (1961).
[24] Nettlau, Max (19773), pp. 32-33, explica con todo lujo de detalles las tensas relaciones de Elías Reclus y Fanelli a raíz de estos hechos.
[25] Sorprendentemente, Clara, Josep (2003), 11, señala como traductor del cuaderno de Reclus a Enric Casas Carbó. De cualquier manera la confusión es explicable ya que el traductor firmaba con las iniciales E.C. Carbó que igual pueden pertenecer al que señala Clara, como a Eusebio Carbó Carbó.
[26] En concreto desde el 1 de marzo de 1932 hasta el 1 de noviembre de 1933.
[27] Al no tener el manuscrito original no nos es posible saber si fue la propia “Revista Blanca” la que decidió omitir algunos pasajes del cuaderno.
[28] Correspondance d'Elisée Reclus (1911-1925), I, 307-308. En esta asamblea Elías Reclus dirigió la palabra a los asistentes y el texto de este discurso es recogido en la citada carta. Lo he incluido en el apéndice.
[29] "Una edición anotada de estas páginas del revolucionario francés aparecerá próximamente en la colección “Historia y pensamiento ibéricos", Las Americas Publishing Co., Nueva York, 1972. Información recogida en Nettlau, Max (1971), p. 207, nota 11 (nota de la historiadora Clara E. Lida).



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