ARTÍCULO 353 DEL CÓDIGO PENAL


ARTÍCULO 353 DEL CÓDIGO PENAL
TANGUY VIEL

27 diciembre de 1973. BREST. Francia

         …lo más alucinante es el tiempo que tardamos en regresar de aquel extraño país: el haberle dado un cheque tan gordo como el que le dimos, y el ver cómo el tipo que lo había cobrado selo gastaba como si tal cosa, no nos impidió que aun así siguiéramos diciéndonos que habíamos puesto el dinero en buenas manos. (…)
… acabé por parecerme normal que él se pasara la vida en los mejores restaurantes, sin recapacitar que lo que tenía en sus manos, en sus bolsillos, era nuestro dinero, nuestro propio dinero, que él quemaba alegremente o pasaba de una cuenta a otra como si fueran monedas llevadas en cubiletes de plástico.
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         Era el dinero de la ciudad. Invirtió el dinero de la ciudad, ¿se da usted cuenta? Diez pisos pagados sobre plano, más o menos como yo, sólo que diez veces quinientos mil francos, lo que hace cinco millones, para un municipio como el nuestro, es el abismo que separa la fortuna de la ruina.
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         Entonces sí, durante los mil novecientos cincuenta días hasta ayer, he estado esperando mi dinero, óigame bien, hasta ayer, y no me refiero a los beneficios de ese dinero, no a los porcentajes mínimos que seguramente, durante los quinientos días primeros, estuve recalculando una y otra vez, no, esos hace mucho tiempo que comprendí que no los recibiría, me refiero al importe invertido originalmente, ¿comprende?
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         He comprendido después que a un tipo como ese, señor juez, a un tipo de esa calaña, si no eres tú mismo quien lo hace desaparecer, no desaparecerá nunca. Volverá. Siempre. Lo único que en el fondo sabe hacer es volver, eclipsarse temporalmente pero volver, agazapado a la sombra de un reloj cuenta las semanas más que las horas, esperando que se nos pase la cólera, esperando que deje de dar vueltas en la cama durante tantas noches sin dormir…
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         Usted puede llamarlo homicidio voluntario o como sea la expresión adecuada en una lengua normal, pero lo que yo hice, señor juez, no me hace sentir un asesino, lo que yo hice lo he amputado,  ¿comprende? amputado como se quema una verruga para regenerar la piel, si la piel aquí es  nuestra ciudad, porque hay momentos en los que es necesario arrancar el mal de raíz. Lo hice por el bien de todos.
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         Entonces, tranquilamente, nítidamente, se puso a leer en voz alta, como si estuviera delante de una asamblea o como si pretendiera que yo me aprendiese cada frase de memoria, y yo puse toda mi atención en su lectura:

“Artículo 353 del código procesal penal: la ley no pide cuentas a los jueces delos medios mediante los cuales han sido convencidos, no les prescribe reglas de las que deban hacer particularmente depender la plenitud y la suficiencia de una prueba: les prescribe interrogarse ellos mismos en el silencio y el recogimiento y buscar, en la sinceridad de su conciencia, qué impresión han causado, sobre su razón, las pruebas aportadas contra el acusado, y los medios para su defensa. La ley tan solo les hace esta única pregunta, que contiene todo el alcance de sus deberes: ¿Está usted íntimamente convencido?”. (…)
         … y la voz del juez resonando todavía en mis oídos y mirándome más fijamente que nuca, me dice: Un accidente, Kermeur, un desgraciado accidente.
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EL BOBO DE KORIA (RECOPILADOR)

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