Tratado sobre la idiotez contemporánea
JOSÉ A. PÉREZ LEDO (EL DIARIO.ES 24-04-2018)
Nos ha tocado vivir la tiranía de los
ofendidos, una variante de los idiotas que, a base de extender sus opiniones
por redes sociales, ha terminado por definir lo que llevamos de década
Escribió Sartre en los terribles años
cuarenta que el infierno son los otros. Afortunadamente, no le dio tiempo a
ponerlo en Twitter porque alguien, sin duda, le habría respondido: "MAS
INFIERNO ERES TU, SUBNORMAL".
Vivimos rodeados de idiotas y no hay
nada que podamos hacer al respecto. No se puede huir de ello, no existe un El
Dorado libre de idiocia. La idiotez es ubicua y se ajusta escrupulosamente
al principio de entropía, repartiéndose equilibrada y uniformemente entre la
población mundial. Incluso si se muda usted a una isla desierta, descubrirá,
para su sorpresa, que hay un idiota allí.
Se trata de un fenómeno que, por salud
mental, obviamos en nuestro día a día. Después de todo, ¿cómo
podríamos vivir sabiéndonos idiotas a cada paso que damos? ¿Votaríamos a un
idiota, nos casaríamos con un idiota, tendríamos un hijo
inevitablemente idiota?
La evolución, sabia y piadosa, ha
permitido que nuestro cerebro desarrolle una estrategia para soterrar esta
certeza del mismo modo que soterramos nuestra propia mortalidad y la del resto.
Este mecanismo de defensa consiste en rodearnos de idiotas afines. Los ñetas
con los ñetas. Los nacionalistas con los nacionalistas. Los catedráticos con
los catedráticos. Así, al oír nuestras idioteces en boca de otras personas,
hallamos consuelo y reafirmación.
Ocurre que, cada cierto tiempo, una
idiotez suma tantos adeptos que acaba asentándose en la sociedad y
transformándola. Es, llamémoslo así, la Idiotez Zeitgeist. A nosotros nos ha
tocado vivir la tiranía de los ofendidos, una variante de los idiotas que, a
base de extender sus opiniones por redes sociales, ha terminado por definir lo
que llevamos de década.
Esta clase de idiotas se encaraman a
cualquier mástil para, bandera en mano, cargar contra humoristas, músicos,
escritores y artistas. Se desviven por prohibir conciertos y canciones,
condenan chistes, recogen firmas, que si Nabokov, que si Schiele.
Son personas aparentemente normales que,
sin embargo, se indignan con una ficción, se ofenden por una rima. Es la suya
una idiotez especialmente peligrosa porque, si triunfa, y está triunfando, hará
del mundo un lugar más uniforme, más gris, más triste. Claro que tal vez nos
esté bien empleado. Por idiota
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EL BOBO DE KORIA (RECOPILADOR)
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