EL NEOFASCISMO CAPITALISTA
Y LA DERROTA DE LA DEMOCRACIA (Extracto del artículo)
DIARIO
PÚBLICO 27-04-2019
Los
espectáculos de xenofobia en Europa, en los Estados Unidos y en América del
Sur, de agresión a las personas pobres (la aporofobia: miedo u odio al
pobre) y a las minorías vulnerables (migrantes, refugiados, minorías étnicas,
pueblos tradicionales, etc.) desfilan en los medios de comunicación,
retroalimentando el comportamiento de vigilancia social y represión en el nuevo
modelo de Estado cooptado por el neofascismo capitalista. En este clima
constante de terror social surgen las condiciones ideales para el crecimiento
de figuras carismáticas y salvadoras de la patria, los “mitos” de un populismo
de ultraderecha basado en la exaltación de un pseudo nacionalismo (ya que de
nacionalismo nada tiene, ante la entrega de los recursos naturales y del
pueblo, es decir, la fuerza de trabajo, para la explotación sin escrúpulos de
las empresas transnacionales).(…)
Umberto Eco cita
catorce elementos para reconocer lo que llama el ur-fascismo o fascismo
eterno, en los que se pueden identificar rasgos comunes con las prácticas
actuales: culto a la tradición (tradicionalismo) -el apego a valores del
pasado-; irracionalismo (rechazo de la modernidad); acción por la acción;
intolerancia al pensamiento crítico; miedo a la diferencia –racismo-;
movimiento de las clases medias frustradas por crisis económicas o humillación
política, con miedo de las clases inferiores y de los antiguos proletarios
convertidos en pequeña burguesía; identidad social caracterizada por el
privilegio de haber nacido en el mismo país (nacionalismo), nación cuya
identidad es suministrada por los enemigos; “elitismo popular” -cada ciudadano
pertenece al mejor pueblo del mundo (los miembros del partido son los mejores
ciudadanos, cada ciudadano debería pertenecer al partido), cuyos líderes, que
ejercen el poder conquistado a la fuerza, saben que esa fuerza se basa en la
debilidad de las masas que, por su debilidad, necesitan y merecen un
“dominador”; el modelo del grupo es el militar, basado en la jerarquización, en
el que todo líder subordinado desprecia a sus subalternos y éstos, a su vez, a
los inferiores, reforzando el sentido del elitismo de masa; la voluntad de
poder proyectada en cuestiones sexuales, machismo (desdén con las mujeres,
condenación intolerante a las costumbres sexuales no conformistas, desde la
castidad hasta la homosexualidad);
el populismo cualitativo -los individuos como individuos no tienen derechos y
el pueblo se expresa como una entidad monolítica que expresa la voluntad común,
traducida por el líder que es su intérprete-; neolengua: léxico pobre y
sintaxis elemental, con la finalidad de limitar los instrumentos para el
raciocinio complejo y crítico.(…)
El efecto
del choque de las crisis en las personas trae inseguridad económica que es
traducida en una llamada a la radicalización como esperanza de último recurso.
No es difícil, a partir de esto, entender cómo el Brasil, país de tradiciones
pacifistas, se sumerge, en el post-golpe de 2016, en un discurso de odio,
xenofobia, homofobia, machismo, racismo etc., pues como sostiene Klein, el racismo y “el miedo del otro” son
potentes herramientas del neoliberalismo.(…)
La economía
globalizada asienta el fascismo territorial a partir de la ingeniería social y
la racionalidad económica que considera que las vidas y los territorios
importan solo en función del “valor añadido” que produzcan. La extrema derecha
es el cómplice necesario que criminaliza, estigmatiza, deshumaniza y legitima
el abandono y expulsión de las personas “sobrantes”. La ultraderecha pretende
mantener el orden del fascismo territorial mediante el miedo, la desconfianza y
el ejercicio del poder contra el último. (…)
Si las
grandes corporaciones tienen hoy presupuestos mayores que los de los Estados,
es obvio que la ausencia de límites para sus actividades representa serios
riesgos para los Derechos Humanos, para el medio ambiente y para las
democracias liberales. El dinero puede comprar la política, puede comprar
milicias armadas, puede controlar uno o más países o regiones del mundo, todo
sin ninguna regla, porque ellas simplemente no existen. Esta es la consecuencia
inmediata del proceso de desregulación neoliberal, puesto en marcha a nivel
global desde hace cuatro décadas. (…)
Hay varios
síntomas de fascismo en el mundo, con matices cierto porque estamos en otra
época – aunque las comparaciones históricas son inevitables -, pero con muchos
elementos comunes a la Alemania e Italia de los años 20/30, especialmente en
cuanto a la propaganda y el adoctrinamiento de personas. (…)
El fascismo
es siempre el último recurso de los capitalistas, vinculado a altas
concentraciones de capital en manos de corporaciones codiciosas que no quieren
perder centímetros de poder o ganancia.
Que la
estrategia de dominación de las masas implica su imbecilización, y eso puede
acentuarse de ahora en adelante, a través de las conocidas prácticas de
deconstrucción de la historia, fake news, ataque a profesores, sindicatos,
militarización de las escuelas, fundamentalismo religioso exacerbado,
homofobia, xenofobia, racismo, machismo, etc. y , en fin, por todas las formas
de incitación a la violencia, vigilancia social y disciplina imbecilizadora para
crear una idiocracia en la que el pueblo, mediocre, esté completamente
subyugado e incapaz de pensar. Y en este punto, la democracia alcanzará el
gobierno de la mayoría mediocre, representado por las tradicionales elites
dominantes, títeres del capital financiero.(…)
El individuo
es producto del poder. Es necesario “desindividualizar” por medio de la
multiplicación y el desplazamiento. El grupo no debe ser el lazo orgánico que
une los individuos jerarquizados, sino un generador constante de “desindividualización”.
No se
enamore del poder.
Que se
mantenga la esperanza: ¡las perversiones neofascistas de la alteridad, del
gregario, de la soberanía y de la política no serán capaces de corromper la
verdad y la lucha por un mundo mejor!
(NOTA): Márcia
Tiburi y Rubens Casara, en provocador artículo titulado “Imbecilizadores
profissionais”, describen la post imbecilidad: “Los imbecilizados, después de
aparentemente indoloros procesos de imbecilización, comienzan a actuar en
nombre del capital, de iconos en general, o en nombre de Dios. Muchos pasan a
adorar a la gente o a ropa de marcas, algunos aprenden a adorarse a sí mismos.
La imbecilización no funciona sin “dioses”, sin algo, una persona o un producto
que es puesto como objeto de un culto que predica el inmovilismo o el consumo acrítico.”
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EL BOBO DE KORIA (RECOPILADOR)
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